El juchiteco de la Cruz Pérez es el único oaxaqueño miembro de esa Academia. Intelectual zapoteca, investigador, poeta, criticó lo que llamó “la élite hegemónica en español”, y planteó una defensa de las literaturas indígenas cuyo “tronco fue cercenado” y colonizado, dijo, y aún no se les considera parte de la literatura mexicana. En culta polémica Miguel León-Portilla reivindicó la mexicanidad de la literatura indígena y sostuvo la necesidad del español incluso como puente entre las lenguas indígenas; “sin el español ¿cómo se podría comunicar un zapoteco con un mixe o con un huave?”
México, D.F.- La sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas acogió a los miembros de la Academia Mexicana de la Lengua, a Víctor de la Cruz Pérez, a sus familiares, invitados, paisanos y amigos en la asunción de éste como miembro Correspondiente en Oaxaca de dicha institución. La sesión fue presidida por el director de esa Academia, Jaime Labastida Ochoa.
Acto solemne que inició a las 19 horas de este 7 de agosto, con la sesión pública de la Academia; los académicos sentados en el estrado, frente al público asistente que acompañaba a de la Cruz, testigos de la inclusión del único oaxaqueño en ese gremio, después de la muerte de Andrés Henestrosa. Se recordó que el gran poeta juchiteco Gabriel López Chiñas no fue llamado a pertenecer a esa Academia.
En su discurso de ingreso el doctor en Estudios Mesoamericanos por la UNAM Víctor de la Cruz, oriundo de Juchitán de Zaragoza, Istmo de Tehuantepec, destacó la importancia de las literaturas indígenas en México, de la cual él forma parte como protagonista, recopilador, estudioso e historiador del tema.
Primero de la Cruz agradeció ser llamado a esa institución, dijo: “Cuando niño, pocos creyeron que alcanzaría el sexto grado de educación primaria; pero gracias a que después seguí el consejo del dicho popular mexicano que reza: ´El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija´, miren ahora en dónde estoy y en qué compañía, debido a la benevolencia de los miembros de esta ilustre corporación, con quienes mi gratitud queda en deuda por aceptar la propuesta de mis maestros: don Miguel León-Portilla, a cuya sombra protectora me acogí al iniciar mis estudios de posgrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y de don Patrick Johanson. Gracias, maestro León-Portilla, por proporcionarme tu ´clara sombra´ hasta este espacio que se ha hecho tiempo.”
No son muchos los escritores en lenguas indígenas que han pertenecido a este cuerpo académico, no obstante los directivos de la Academia dejaron claro que Víctor de la Cruz no ingresaba a ella por otra causa que ser un hombre de letras, lo que fue reforzado por quien respondiera al discurso de ingreso de de la Cruz, Miguel León-Portilla, quien consideró a Víctor “Promotor cultural, editor de libros y revistas, en suma hombre de letras dedicado al conocimiento y difusión de la cultura de su natal Oaxaca”.
Fueron amplios los reconocimientos mutuos en ambos discursos, lo que sin embargo dejó a salvo la libre disertación de las ideas en ese gremio en torno a dos puntos centrales: Víctor de la Cruz en su defensa de las literaturas indígenas y su crítica a la hegemónica en español que desde su punto de vista margina a la primera; León-Portilla en su defensa de ambas, considerando al español como punto de unión entre las dos literaturas, y a la indígena parte y legado insustituible de México.
“Élite hegemónica en español”
Víctor de la Cruz criticó lo que llamó “la élite hegemónica en español”, así como su defensa de las literaturas indígenas cuyo “tronco cercenado” y colonizado, dijo, “no se considera todavía como parte de la literatura mexicana. Para de la Cruz ceñirnos a una sola lengua es “regresar a los seres humanos a la uniformidad lingüística, imponiéndoles la lengua del conquistador, el monoteísmo religioso y el centralismo político.” Aunque ante tal diversidad de lenguas indígenas el escritor zapoteca se preguntó, ¿podremos los mesoamericanos tener también tantas literaturas como idiomas tenemos?
El nuevo miembro de la Academia Mexicana de la Lengua hizo una exposición histórica de las “Literaturas Indígenas Mexicanas” (título de su discurso) donde destacó el papel de Carlos Montemayor (en vida también miembro de esta Academia) quien defendió la dignidad de estas literaturas indígenas al proponer la idea de literatura oral como un concepto amplio, como “arte de la lengua”, dijo de la Cruz.
En este sentido, para el ponente “Un hecho parece indiscutible: la creación artística en lenguas ágrafas, o de tradición oral, y en lenguas con escritura tiene sus diferencias; porque en las primeras se usan fórmulas que favorecen la memorización, mientras que en las segundas se tiene mayor libertad de pensamiento al no estar atada la memoria a determinadas fórmulas; pero el costo que paga el ser humano por esta liberación del pensamiento es la pérdida de la facultad de memorización.”
Para el intelectual zapoteca es un problema serio “crear un solo árbol (literario) a partir de las raíces de árboles distintos: los mesoamericanos y el europeo”, hay quienes lo han intentado injertando las ramas de la literatura mexicana en los troncos decapitados de las prehispánicas, ignorando que éstas últimas “podrían retoñar a partir de sus raíces originales y dar sus propios frutos, sin mostrar las flores del injerto.”
Devenir de las literaturas indígenas
Largo ha sido el devenir de las literaturas indígenas, como se pudo apreciar en el discurso de Víctor. Uno de los primeros estudiosos de esas literaturas indígenas prehispánica, dijo, fue Bernardo Ortiz de Montellano quién trabajó en torno al tronco de lenguas mayenses retomando trabajos sobre el Popol Vuh del famoso Ángel María de Garibay.
En el siglo XIX hizo su aparición la literatura prehispánica, pero en el siglo XX los indios se hicieron presentes fuertemente en la revolución mexicana cuando mitos, cultura y problemática indígenas fueron retomados por escritores para hacer nacer así la literatura indígena mexicana.
Los iniciadores de esta nueva corriente que José Luis Martínez llamó “literatura indígena moderna” fueron el yucateco Antonio Médiz Bolio con su libro “La tierra del faisán y del venado” (1922); seguido por Andrés Henestrosa con “Los hombres que dispersó la danza” (1929). Por cierto, destacó el ponente, sólo estos dos escritores hablaban una lengua indígena además del español.
Desde entonces, consideró el escritor, la veta de la literatura indígena comenzó a ser explotada con más o menos fortuna con Gregorio López y Fuentes y su novela “El Indio”; “El Resplandor” de Mauricio Magdaleno; “Canek” de Emilio Abreu Gómez; “El Diosero” de Francisco Rojas González; “Balún Canán” de Rosario Castellanos, entre otros.
De la Cruz expresó que como herencia de civilización todos los escritores escribieron en la lengua que mamaron de la leche materna. En Juchitán Oaxaca también sucedía esto por aquellos primeros años del siglo XX, pues no obstante José Luis Martínez era sabio como pocos, ignoraba que en ese pueblo zapoteca del Istmo Pancho Nácar y Jeremías López Chiñas escribían en zapoteco.
Escritores zapotecas de Juchitán
Escritores importantes, relató Víctor de la Cruz, al terminar la revolución mexicana dejaron las armas y se enfrascaron en el trabajo con su lengua zapoteca; uno fue el capitán Jeremías López Chiñas cofundador de la Sociedad Nueva de Estudiantes Juchitecos y el periódico Neza (Camino), así como el coronel Enrique Liekens Cerqueda, mecenas de dicha publicación y del poeta Pancho Nácar.
El olvido en que estaban las literaturas indígenas era grande, de tal manera que la mayoría de sus escritores de la época morían sin ver publicada su obra. Fue caso de Pancho Nácar con su poemario concebido desde 1941 y fue hasta 1973 cuando con la ayuda de Macario Matus, narró de la Cruz, logró la publicación del libro del poeta.
Bajo esas vicisitudes han persistido las literaturas indígenas, lo que narró Víctor de la Cruz en su discurso. Habló de la aparición de los libros y estudios, así como la sucesiva publicación de antologías sobre literatura indígena. (http://www.academia.org.mx/articulos.php?id=399)
Primeras antologías indígenas
La primera antología fue de su autoría en 1983, “La flor de la palabra” Guie´ sti’ diidxazá; la siguiente fue en tres volúmenes del anuario Estudios de Cultura Náhuatl, de los años 1988, 1989 y 1990. En 1992 Carlos Montemayor publicó dos tomos de su antología “Escritores en lenguas indígenas actuales.” Esta misma obra corregida y aumentada fue publicada de nuevo en 2004 en un solo tomo y con el nombre de “La voz profunda” con el subtítulo “Antología de la literatura mexicana en lenguas indígenas.” En ese mismo año aparece “Antigua y nueva palabra”, antología de la literatura mesoamericana desde los viejos precolombinos hasta el presente, uno de cuyos autores es Miguel León-Portilla.
Las dos últimas antologías publicadas “México diversas lenguas ante la nación”. Tomo I: “Antología de poesía en lenguas mexicanas”, con introducción de Miguel León Portilla, donde se muestra la pluralidad de las lenguas indígenas en México con 20 idiomas y 49 autores. En el segundo tomo son 14 autores.
“La Flor de la palabra”, reprimida
Contó de la Cruz la desfavorable coyuntura en que salió a la luz su libro “La flor de la palabra” en 1983, año en que el gobierno de Oaxaca desconoció al primer ayuntamiento popular de Juchitán, y la represión lo alcanzó hasta hacerlo salir de Oaxaca.
No obstante el libro se presentó en la ciudad de México, no en el Museo de Culturas populares de Coyoacán donde estaba programada y fue cancelada, pero si en la sede del Consejo Mexicano de Fotografía. “El escándalo periodístico fue enorme —relata—, pero el silencio de la crítica literaria no fue menos grande; y, así, la primera antología de la literatura indígena en México fue ninguneada por el stablisment literario mexicano, con la excepción de dos poetas; uno mexicano, Carlos Montemayor; y el otro, un guatemalteco radicado en México, Otto Raúl González, quienes en 1985 publicaron sendas notas sobre la obra en la sección cultural del periódico Excelsior.”
Literaturas indígenas excluidas
A manera de conclusión Víctor de la Cruz culminó diciendo que aún no se considera a las literaturas indígenas como parte de la literatura mexicana. La mayoría de los escritores mexicanos no la toman en cuenta a excepción de los Carlos: Fuentes, Montemayor y Monsiváis. Además, agregó, una breve revisión de las publicaciones de izquierda o de derecha deja ver que no se ocupan de esta literatura: Nexos y Letras Libres no lo hacen, sólo Blanco Móvil, Hojarasca, Tierra Adentro y la Revista de la Universidad Veracruzana se han ocupado de la literatura indígena
Así, se preguntó, “¿Cómo insertar las literaturas indígenas dentro de la historia hegemónica de la literatura mexicana en español? ¿Cómo injertar estos brotes de los troncos mesoamericanos, cercenados por la colonización, en el tronco de la literatura mexicana contemporánea?”
Respuesta de Miguel León-Portilla
El académico Miguel León-Portilla respondió al discurso de Víctor de la Cruz y le dio la bienvenida como miembro Correspondiente en Oaxaca al “escritor, maestro universitario, infatigable defensor de los pueblos indígenas de México, promotor cultural, editor de libros y revistas, en suma hombre de letras dedicado al conocimiento y difusión de la cultura de su natal Oaxaca.”
De la Cruz, expresó el antropólogo e historiador, posee dos lenguas que han sido para él maternas: el español y el zapoteco en su variante del Istmo de Tehuantepec, en una y otra ha escrito, y varias de sus creaciones poéticas se han dado a conocer en América Latina, España, traducida en Estados Unidos, Francia, Alemania, es una persona internacional, sostuvo. Entre los libros de gran interés del aludido destaca, dijo, “La flor de la palabra”, que reúne, traduce y comenta buena parte de la producción literaria zapoteca, desde textos jeroglíficos procedentes de Monte Albán hasta composiciones de autores contemporáneos.
Para el reconocido estudioso autor del célebre libro “Visión de los vencidos”, las descripciones propiamente dichas más antiguas de Mesoamérica son de Oaxaca. Para el maestro el libro de de la Cruz “La flor de la palabra” es de gran trascendencia, tiene dos ediciones, una por la Nueva Biblioteca Mexicana que publica la Coordinación de Humanidades de la UNAM y la otra de Editorial Porrúa, y hay una tercera en proceso de edición por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México.
León Portilla, profesor e investigador emérito de la UNAM, destacó otro libro de Víctor, que es versión ampliada de su tesis de doctorado “El pensamiento de los binnizá”, cosmovisión, religión y calendario” sacado a luz por el INAH en 2007. Así como otro libro sobre el General Charis, Premio de Historia de la Casa Chata en 2003, entre otros.
El maestro y el más antiguo académico de número de la Academia Mexicana de la Lengua describió así a su ex alumno Víctor de la Cruz Pérez, de quien también fue su director de tesis: “Beligerante, activista apoyando causas que ha tenido como justas sobre todo de los indígenas en su tierra natal, Víctor no se arredra a luchar, a veces hasta me da miedo, eso le ha dado cierta fama de belicoso, pero más que eso es hombre que lucha por sus ideas y los marginados.”
“Luminosa prisión del alfabeto”
En su respuesta al juchiteco, León-Portilla asienta reconocer primordialmente y referirse a las palabras registradas que son lo corporal de la literatura, dijo.
Carlos Montemayor también concibió la literatura oral como parte de la gran literatura, agregó. Al respecto, León-Portilla rememoró que La Iliada y La Odisea fueron oralizadas antes de ser escritas y recordó que Garibay dijo que la literatura oral quedó en la “luminosa prisión del alfabeto”, si no es así queda suelta y se perdería.
La literatura que proviene de la literatura oral aprovecha la ventaja de la escritura que nos permite conservar y comunicar en forma perdurable el pensamiento. Pensado en la literatura de México sostiene que la Academia Mexicana considera que maya, zapoteco, náhuatl, mixteco son lenguas mexicanas más mexicanas porque se hablan desde hace miles de años.
¿Cuántas lenguas indígenas hay en México?, se preguntó, y respondió que bajo el concepto de lengua zapoteca, por ejemplo, hay en zapoteco tantas variantes como del italiano, portugués y el español; zapoteco de la Sierra, zapoteco del Valle, zapoteco del Istmo…
La poesía y prosa en esas lenguas es signo de la vitalidad que por fortuna persisten en ellas, sostuvo y agregó: “Yo creo que lo que queda de este siglo va a ser tiempo decisivo para que o desaparecen o se fortalezcan.” La UNESCO lo sabe, hay cerca de 5 mil lenguas en el mundo, ya muchas han muerto y muchas pueden morir. Muchas lenguas están condenadas a desaparecer, los quiliguas (Baja California) son cerca de 60 hablantes y están en ese proceso, reflexionó.
Español, lengua que unifica
El maestro narró que un mazateco comentó en cierta ocasión: “Hablo dos lenguas, este mazateco que mamé y me permite hablar con mi familia y miles de paisanos míos, y tengo el español que me permite hablar con 500 millones.”
Víctor de la Cruz, dijo, es escritor en lengua indígena pero no es persona que quiera dar la espalda a cuanto se produce en español, el mismo en su carácter bilingüe, ya lo oímos, se expresa bellamente en la lengua de Cervantes.
El académico relató que otro poeta de lengua indígena, Natalio Hernández, en un congreso de la Academia en Puebla hace algunos años dijo: “El español también es nuestro”. Si no fuera así, preguntó León-Portilla, en Oaxaca donde hay más de 15 lenguas distintas ¿Cómo se podría comunicar un zapoteco con un mixe o con un huave? Es necesaria una lengua general, en una época lo fue el Náhuatl y ahora es el español.
Las lenguas indígenas son parte insustituible de nuestro legado, si la biodiversidad es un tesoro, la diversidad lingüística es un tesoro también. Espero que nuestra gran herencia esté presente y deseo lo siga estando, y que como dijo Gabriel López Chiñas en su poema: “Morirá el día que muera el sol”.
Este duro oficio*
Víctor de la Cruz
Ha sido dura esta larga tarea
de hacerse hombre.
Haber bebido de tarde en tarde
el trago dulce y amargo
de la vida cotidiana,
el trago amargo y dulce
de la vida doméstica.
Ha sido duro este endurecerse
en este edificio cayéndose.
¿No oyen cómo crujen a nuestros pies
las viejas estructuras,
desde el húmedo sótano de las torturas
al asta bandera del palacio?
Nuestra moneda rueda por la pendiente del dólar
empujada por el peso de la corrupción.
Este país se está derrumbando,
y nosotros en él como si nada.
Ha sido duro este endurecerse
Para vivir en las ruinas.
*Del libro “En torno a las islas del mar océano”