Oaxaca, Elecciones 2010, La derrota del PRI

VOTANTES1En la jornada más participativa en la historia de los comicios estatales, este domingo 4 de julio, como en el proceso electoral federal de 2006, en Oaxaca el PRI volvió a probar la derrota, pero ahora más contundente pues perdió la gubernatura, se redujo a minoría su presencia en el Congreso
local y perdió los principales ayuntamientos.

Lejos de las celebraciones triunfalistas y afanes protagónicos de partidos y personajes que integran la alianza opositora, fueron múltiples los factores que condujeron a estos resultados. ¿Cómo explicar que ante unas pobres campañas políticas, permeadas por las descalificaciones y la guerra sucia, antes que por propuestas y generación de alternativas, la ciudadanía participara masivamente?, ¿y por qué votaron por Gabino Cué?


Grfico1La alta participación y la amplia diferencia obtenida, por el candidato de la Coalición Unidos por la Paz y el Progreso (CUPP: PAN-PRD-PT-PC) votó el 50.11 por ciento del electorado, mientras que el el 41.9 lo hizo por el de la Coalición  por la Transformación de Oaxacca (CTO: PRI-PVEM), 8.21 puntos de ventaja, imposibilitaron cualquier intento por emplear mecanismos para subvertir el triunfo (lo mismo el robo de urnas hasta el uso de la violencia).
Al tricolor no le alcanzaron los millonarios recursos invertidos para la compra de votos, ni el uso de la estructura gubernamental para promoverlo, ni el control del árbitro electoral. Como tampoco lasampañas para promover el voto del miedo y el voto nulo; ni el clima de violencia para inhibir el voto. Todo eso fue superado con la presencia masiva de los electores en las urnas que dieron el triunfo a Gabino Cué como próximo gobernador de Oaxaca.

Participación ciudadana y elecciones concurrentes
En primer término es necesario considerar a la participación ciudadana. Como se ha demostrado en diversos trabajos , un factor esencial para la posible derrota del PRI era que la contienda se definiera no entre el voto duro de los partidos, pues el de los priistas es evidentemente superior, sino que participaran aquellos ciudadanos no identificados a priori con algún partido político. El 4 de julio eso sucedió.
La participación que alcanzó casi el 57 por ciento (de acuerdo a las cifras finales oficiales de los comicios a gobernador: 56.97, considerando votos nulos y candidatos no registrados; ver pág. 17), es la más alta en la historia en elecciones estatales. Con ello se comprobó una vez más que son los abstencionistas quienes deciden el rumbo de la elección. Cuando se quedan en casa, como en 2007 y 2009, el PRI no tiene mayor problema para ganar. Cuando se deciden salir a votar, como en 2006 y ahora en 2010, pueden propinar severas derrotas al tricolor. (Gráfica 1).
VOTOS_POR_PARTIDOAhora, para que saliera la gente a votar se conjugaron diversas circunstancias. Una de gran importancia, fue la concurrencia de los comicios de la elección municipal con la de gobernador. Los primeros siempre son más altos en cuanto a participación, en promedio del 54 por ciento, en tanto las elecciones sexenales alcanzan una media del 50 por ciento. Ahora, en algunos municipios en donde se eligió a presidentes municipales, la participación se elevó hasta el 70 por ciento, arrastrando con ello la votación para elegir al gobernador. En muchos sentidos se puede decir que los comicios municipales fueron fundamentales en la disputa por la gubernatura (Ver En Marcha 126).
El apabullante triunfo de la CUPP se debió entonces a un proceso que caminó en dos sentidos. En muchos casos la definición de los candidatos a las presidencias municipales fue decisiva para aportar votos a la causa de Gabino Cué. En Huatulco, un bastión priista, la imposición del candidato provocó una ruptura; la militancia se fue a la alianza opositora y ganaron casi 2 a 1. En Tuxtepec, donde también hubo fractura priista, la diferencia fue de casi 15 puntos. En otros, la votación a favor del candidato a gobernador fue determinante para ganar los comicios municipales: Zaachila,
Xoxocotlán, Salina Cruz, por ejemplo.
Esto en razón también de la escasa cultura de emisión de un voto diferenciado en elecciones concurrentes. En general los ciudadanos votan en bloque: por aquel partido o candidato que deciden sufragar en la que consideran la elección más importante (presidente municipal o gobernador), sufragan en el mismo sentido en las otras dos boletas. Por eso los beneficiarios son los candidatos a diputados, quienes se vieron arrastrados por la votación de la CUPP. Tan fue así que sólo en un par de municipios se presentó una votación diferenciada, en Tlacolula y Matías Romero, por ejemplo, la elección a gobernador fue ganada por Cué y las presidencias municipales por el PRI.

Grfico2Alianza contra maquinaria
Como se muestra en la votación alcanzada por cada partido político (ver gráfica 2), pese a su apabullante derrota, el PRI sigue siendo la principal fuerza política en la entidad (sus estrategias para ello, son materia de otro apartado). Con mucho supera al PAN y PRD, las dos fuerzas que le siguen, con un pequeño margen entre ellas.
Lo anterior prueba que, separados, los partidos opositores no tendrían ninguna posibilidad frente al tricolor. Difícilmente podría haberse polarizado la contienda entre dos candidatos, como sucedió entre las fórmulas del PRI y de la alianza opositora: Eviel Perez Magaña vs Gabino Cué.  Esta polarización permitió que en el imaginario colectivo se estableciera la certeza de que había posibilidad de disputar realmente el poder y ganarlo. Situación que se muestra con la diferente votación alcanza en las tres elecciones que se hicieron el 4 de julio. Mientra en la de gobernador, la diferencia entre ambas coaliciones fue mayor a ocho puntos porcentuales; ésta se redujo a menos de cuatro en la de diputados y a menos de dos en las municipales (ver recuadros).
Y precisamente, a medida que se acercaba el día de la elección, los oaxaqueños fueron construyendo la posibilidad de dar un voto de castigo al régimen ulisista. Desapareció la certeza de comicios anteriores, en que con antelación se sabía quién sería el triunfador; la duda sobre el ganador permitió a más de uno convencerse que su voto podría ser decisivo en la definición de los resultados.
Si bien no se puede soslayar que la alianza tenía al enemigo adentro. Muchos de los dirigentes del PRD y del PAN, trabajaron para obstaculizar la campaña de Gabino Cué y la posibilidad de si triunfo. Una situación que, sobre todo, se apreció en la selección y las campañas de los candidatos a diputados y presidentes municipales (ver recuadro).

graf3_okEl voto de castigo
El 2006 dejó honda huella en muchos oaxaqueños. La resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por un lado, estableciendo la responsabilidad lisa y llana del gobernador del estado en la violación de derechos humanos, y la persistencia en prácticas autoritarias, por el otro, generaron un resentimiento que encontró en las urnas la vía para castigar esos excesos. Que se potenció si vemos que en muchos municipios los presidentes municipales no hacían sino reproducir dichas prácticas; es el caso de los municipios loxichas que se han tratado en En Marcha.
Y la campaña del tricolor mostró que se persistiría en esos rupestres modos de hacer política. Así lo mostraron en la incursión de las diputadas federales Sofía Castro y Carolina Aparicio, en horario triple A en la televisión nacional, en una lamentable exhibición de sus limitaciones y del empleo de la violencia verbal para resolver diferendos con sus viejos cómplices, como el panista Guillermo Zavaleta; la divulgación de llamadas telefónicas, grabadas ilegalmente pero que mostraban que quien estaba al frente de la campaña priista era el gobernador Ulises Ruiz, y exhibía el uso de los recursos e instituciones estatales a favor de Eviel Pérez; la relación vergonzante con algunos medios de comunicación; y la evidente subordinación del árbitro electoral.
La soberbia de la burbuja ulisista los condujo a realizar una afrenta más a los oaxaqueños: mostrar que poco les importaba conquistar su apoyo en las urnas, pues ya tenían arreglado el proceso. Desestimaron la posibilidad siquiera de que se saliera a votar y que fuera en su contra.
El 2006 fue la expresión máxima del hartazgo de la sociedad ante esos excesos y la impunidad. Y ni en el gobierno, ni en los partidos, aprendieron la lección. Las prácticas políticas siguieron igual tras ese estallido social. Contra eso votaron los oaxaqueños. Contra esa clase política, de todos los partidos, también. No es casual que el principal grito de batalla en los mítines y en las celebraciones del triunfo gabinista fuera: “Ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó”. La alternativa para  la ciudadanía era clara: votar era la única posibilidad para frenar esos excesos. Así se hizo.

Los candidatos
Por supuesto, los candidatos tuvieron también su aporte. Al arrancar el proceso electoral era claro que el más conocido de los aspirantes era Gabino Cué. Superaba a todos; priistas y opositores. Tanto su campaña en 2004 en su candidatura anterior para gobernador; la de 2006, en la de senador, le habían permitido recorrer el estado y mantenerse presente en la memoria colectiva. Y la incursión que hiciera en 2009 acompañando a Andrés Manuel López Obrado. Esta última, por su cercanía y por la presencia de AMLO, le dio presencia y solidez en muchas zonas rurales que ahora no visitó. Sin duda, esta circunstancia ayudó en la definición. Más si consideramos que en todos los casos fue víctima de hostigamiento por parte del gobierno estatal: fue bloqueado, las autoridades locales amenazadas, hubo un clima de persecución que lo victimizó y con ello se granjeó la simpatía de muchos.
Por otra parte, tenía el apoyo del PAN y había adelantado su reconocimiento al presidente Felipe Calderón. Así, ante los electores se situaba en una posición de centro. Por un lado jalaba los votos lopezobradoristas y de grupos como los que alguna vez formaron parte de la APPO; por el otro, también se acercaba al voto urbano y clasemediero de la capital estatal y los principales centros urbanos.
En contraparte el PRI eligió a quien sus propios correligionarios llamaban “el rival más débil”. Eviel Pérez Magaña era el menos conocido de los seis aspirantes priistas; con una exigua carrera política; aún cuando había sido presidente municipal de Tuxtepec, diputado federal (cargo en que repetía) y secretario de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, en los últimos 9 años, en ninguno había descollado. Además, su imposición como candidato generó fracturas que no pudieron repararse. La más notoria fue con Jorge Franco Vargas, el otrora “hombre fuerte” del régimen ulisista. El diputado federal no se sumó al apoyo y, en los corrillos se rumoraba una y otra vez que trabajaba para los intereses de la alianza opositora; más allá de la veracidad o no de esos rumores, lo que reflejaban era que no existía la “unidad priista” acostumbrada. Como también se vería en el escaso compromiso que mostraran los otros pre-candidatos que fueron hechos a un lado.
Por otra parte era evidente que no era un candidato con vida propia. Estaba limitado no sólo por el gobernador Ulises Ruiz, quien se convirtió en el coordinador de su campaña, también era acotado por los personeros de éste. El primer círculo del nuevo candidato no era sino el de Ulises Ruiz; sus decisiones eran tomadas ahí antes que por el candidato. Así, la estrategia de centrar la campaña en una especie de referéndum respecto al gobierno ulisista, se logró porque Eviel Pérez no logró asumirse como el candidato fuerte, independiente y que toma distancia con su antecesor, una regla elemental del sistema político. Esa imagen de debilidad y de dependencia del mandatario en turno se hizo más evidente al ser desplazados los candidatos a las presidencias municipales más cercanos a él: Jorge Sánchez en Huatulco y Jaime Aranda en Tuxtepec. Y por cierto, no por mejores candidatos sino al contrario, por otros que obedecían a intereses caciquiles y que tenían ya un claro repudio en esas poblaciones.

Maquinaria descarrilada
Que el PRI haya sido derrotado no significa que la maquinaria electoral tricolor no exista. Recursos públicos y la maquinaria gubernamental estatal trabajaron a tope a favor del PRI; el órgano electoral cooptado y trabajando para generar condiciones favorables al priismo.
Sin embargo, llegaron a excesos y descuidaron las formas. Buscaban incondicionalidad antes que convencimiento. Descuidaban las formas y llegaban a excesos. La prueba está en que lo mismo beneficiarios de programas sociales, burócratas, dirigentes de organizaciones y autoridades municipales, eran obligados a trabajar a favor del PRI, amenazándolos de perder los beneficios, empleos, programas o recursos si no lo hacían. El resultado es que muchos simularon obedecer la consigna pero en los hechos se convirtieron en promotores del voto anti PRI. O la cínica exhibición de la sumisión del Instituto Estatal Electoral a lo largo del proceso, que llegó al extremo de la burda asignación de los programas electorales (documentación, boletas, monitoreo y el PREP). Hechos que no lograron sino atraer la atención de medios de comunicación y observadores electorales para vigilar sus sospechosos pasos.
Por su parte, el gobierno federal también intervino para apoyar a la alianza opositora, los recursos fluyeron como se aprecia en los altos costos de campaña y en uso de programas sociales; si bien con una estructura y capacidad operativa menos eficiente para la compra y coacción. Pero tuvieron su impacto. Lo más evidente, sin embargo, fue la presión del centro y del gobierno federal, para impulsar a la alianza.

Y ahora ¿qué sigue?
Está claro que no hay maquinaria, mañas, prácticas fraudulentas, ni recursos que alcancen para comprar el voto, ni presiones para coaccionarlo, ni organismo electoral manipulado, ante una ciudadanía participativa. Previo a la jornada, basados en el comportamiento histórico de las tendencias electorales, afirmábamos que una participación menor al 50 por ciento favorecería al PRI; si se superaba ese tope, el balón estaría en la cancha opositora. Y superando el 55 por ciento permitiría que la alianza ganara sin muchos problemas.
Por eso también habrán de cuidarse de falsos triunfalismos; de los excesos que ya aparecen entre los nuevos iluminados, o la cargada que es evidente. En el cierre de campaña aliancista, como en las primeras celebraciones de la victoria de Gabino Cué, el grito recurrente fue “Ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó”. Habría que recordar entonces que muchos de los votos que le dieron el triunfo fueron en contra de alguien, antes que a favor de nadie. Y esa lejos de ser una carga negativa, implica la responsabilidad de legitimarse en las decisiones previas a su asunción y, por supuesto, en el ejercicio de gobierno. Así que ¿ahora qué sigue?

vicleonjm@hotmail.com