Humor Oaxaqueño

Por Bruno Moreno

 

¡Ay papi!

 

Sucedió en el mero Estival Calorado. Un paisano macho como el que más disfrutaba de las fiestas anuales de la municipalidad. Exitoso ranchero, guero, alto y pelo chino, rodeado de amigos y cantineras, consumía gélidos cuartitos de cerveza, mientras presumía su gran cúmulo de lances amorosos con las féminas. Feliz, se echaba gordos elogios. Para coronar sus hazañas su menor hijo, ya en la pubertad, quien años más tarde llegaría a altos cargos públicos, se le acercó a pedirle dinero.

 

—¿Para qué quieres dinero mijo?, le preguntó.

—¡Ay papá!, es que quiero echar un palito, respondió el púber.

—Sale mijo –arengó- van 500 del águila.

 

Unas cinco veces regresó el mozuelo a pedirle dinero con el mismo motivo. Feliz el tipo, presumía a su público que el chamaco había salido igual de macho que él. Pardeaba la tarde cuando el chico cansado se sentó en una de esas sillitas plegables de madera. El orgulloso padre le grito festivo

 

—Qué pasó mijo, sígale, tenga mil pesos de una vez para uno doble.

—¡Ay papi!, como no es tu trasero, papi, respondió el agotado muchacho.


Después del día del abogado

 

Un viejo litigante, extremadamente gordo y de bigote retorcido, al día siguiente de festejar el Día del Abogado, apareció en el parque del pueblo como cada mañana, frente al palacio municipal. Bajó de su flamante Gran Cheroke, recorrió las bancas bajo la sombra de los árboles, se quitó el sombrero, se tronó los dedos y barrió con la vista el paisaje en busca de sus clientes.

 

Llevaba años de hacer lo mismo. Por eso, un joven litigante que lo conoció precisamente el día anterior, en la gran comilona organizada por el “Colegio de Abogados Titulados, Pasantes, Estudiantes, Improvisados y Huizacheros”, lo cuestionó.

—Abogado –le dijo- ¿cómo es que usted se ve tan exitoso y rico, pero ni despacho tiene?

—Viejo –respondió-, yo debajo de cualquier lambimbo te desplumo.