Cura constructor, preso

POR: BRUNO MORENO

 

Aquel cura fue enviado a prisión. De pronto toda la administración de la justicia trabajó derecho, desoyendo las exigencias del alto clero, del obispo, del arzobispo, del cardenal, del representante papal en México y hasta del mismo papa. Los cuatro muertos en la desgracia provocada por el curita tuvieron justicia. Quiso seguir supervisando la construcción desde el presidio, sobre todo administrando los recursos, pero ya no lo dejaron. Sobra personal para eso.

 

Un día fue a visitarlo el Arzobispo a la prisión. Llegó contoneándose elegantemente con su sotana y su larga cadena de oro con crucifijo de plata y diamantes.

 

— Hermano, ¿cómo le va acá?
— Si no fuera por mi rosario y mis 15 güisquis al día, le diría que mal, excelencia.
— Menos mal, hermano, menos mal. Tómelo como un tiempo de recogimiento.
Aunque esas palabras no le gustaron mucho, por su mal augurio, cortés ofreció a su visitante.
— ¿Gusta un güisquito, excelencia?
— Pos nos lo echamos hermano; al güisqui, aclaró el prelado.
— Rosario —ordenó el curita— tráele un güisqui al arzobispo.