Crisis política y cacicazgo en la UABJO: inauguran etapa de rector fachada

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El rectorado de Martínez Helmes fue como la joya de la corona de su padre, el sempiterno Abraham Martínez, y se extienden. El rector saliente acudió a las negociaciones ya electo Eduardo Bautista Martínez. Dialogó con los grupos que se resistían a reconocer a su delfín. Bautista, rector fachada que llega al cargo bajo evidente fraude electoral. Con una Comisión Electoral y Consejo Universitario a modo. Elección y negocios en complicidad con el gobierno de Cué y su operador Jorge “El Coco” Castillo.

 

Adrián Ortiz Romero Cuevas

 

Desde los años setentas, la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO) padece los estragos de la ingobernabilidad y los cacicazgos, que no le han permitido un periodo de estabilidad desde entonces. Hoy de cara a la cuarta reelección consecutiva de la familia Martínez Helmes en el poder, resulta fundamental poner en perspectiva esa realidad, para corroborar que no es sino el reflejo de la pobre democracia que se ejerce en nuestra entidad.

 

Reiteradamente —casi como apelar sistemáticamente a un lugar común—, se dice en nuestra entidad que la Universidad es la caja de resonancia y el termómetro de la estabilidad social y de la gobernabilidad del Estado. A ello deberíamos agregar, que es también un rasero de nuestra ficticia democracia, y de la oprobiosa concentración de poder que —incluidos los universitarios— hemos padecido todos los oaxaqueños. Hoy, la Universidad nuevamente nos recuerda cuán problemático puede ser el ejercicio de nuestra democracia, y cuánto debemos aún evolucionar los oaxaqueños para asumir verdaderamente la civilidad política que tanto presumimos pero que en realidad se reduce a un puñado de cacicazgos.

 

Los Martínez

 

Abraham Martínez Alavés fue rector de la Universidad, y durante años se contó entre sus varios caciques. A principios de la década anterior, y gracias al poder supresor que ejerció el entonces gobernador José Murat sobre Hermenegildo Velásquez Ayala —que llegó a ser algo parecido a su patiño—, el viejo ex Rector de la Universidad encontró el espacio perfecto para inaugurar una época que nació prometiendo democracia, unidad y diálogo, pero que en realidad terminó siendo un cacicazgo igual de corrosivo que el que intentaba combatir.

 

Con el paso de los años, en la UABJO el poder de Abraham Martínez Alavés se hizo bien conocido, y con el paso del tiempo se corroboró con el hecho de que tanto Francisco Martínez Neri y Rafael Torres Valdés llegaron sucesivamente a la rectoría, gracias al férreo control que el también ex rector ejerce sobre las escuelas y facultades que aglutinan buena parte de la votación más copiosa en la universidad.

 

Ese poder nació siendo una alternativa democrática. Pero con el paso de los años se convirtió en una fuerza inopinada que ha mantenido el control, aunque a costa del prestigio académico de la Universidad, que sigue estando en el sótano de las mediciones nacionales de calidad en la educación superior que ofrecen las universidades públicas.

 

De hecho, a pesar de que ya estando en la rectoría, Francisco Martínez Neri intentó rebelarse a los designios de Martínez Alavés, éste último logró imponer cómodamente al sucesor de Neri en la persona de Torres Valdés. Él decidió no enfrentar a Martínez Alavés, y éste llevó su poder al extremo de la ignominia al decidir la postulación de su propio hijo, Eduardo Martínez Helmes, como el candidato de su grupo a la rectoría.

 

La historia es bien conocida: Helmes brincó de la Secretaría Particular, a la Rectoría, en una carrera meteórica que no reflejaba más activos que el de ser una persona dedicada a su trabajo administrativo, y —sobre todo— el de ser hijo de Abraham Martínez Alavés.

 

De hecho, el rectorado de Martínez Helmes fue algo así como la joya de la corona del poder del sempiterno Abraham Martínez, que por varios lustros ha tenido el control político universitario gracias a posiciones estratégicas como la hegemonía en la Facultad de Derecho, un sector importante de la Facultad de Contaduría y Administración, y algunas escuelas preparatorias, que aunque en otro tiempo fueron semilleros de votos hoy son víctimas de su propio desprestigio, al presentar un importante déficit de población escolar activa.

 

“Liderazgo” intolerante

 

Apuntan los propios universitarios que, ya metidos en esa dinámica, en los últimos años los Martínez Helmes —y particularmente el patriarca Abraham Martínez Alavés, que nunca tuvo pudor en demostrar su ejercicio de poder tras la silla del Rector— no tenían ningún empacho en ejercer un totalitarismo escalofriante. A los que señalaban errores y hacían críticas al interior, eran señalados como desleales. En sus palabras, sostienen, los que se atrevieron a ser críticos fueron calificados como “chuecos”.

 

Eso, señalan, le dio al traste a un proyecto que hace doce años decía tener como proyecto universitario, acabar con el porrismo y construir la prosperidad académica. Finalmente, todo apunta a que el clan de los Martínez Helmes sucumbió por completo ante las tentaciones del dinero, del poder y del caudillismo, como en los tiempos de Niño de Rivera, de Nahúm Carreño, de Leticia Mendoza Toro.

 

Todo eso quedó de manifiesto en este último proceso electivo, en el que la familia Martínez llegó a la práctica de imponer abiertamente a un personaje que únicamente ostente el cargo de rector, pero sin ejercer las funciones que debería asumir como un verdadero líder de la administración universitaria. Un botón de muestra de ello ocurrió en las negociaciones recientes ocurridas ante las instancias estatales encargadas de la gobernabilidad de la entidad.

 

Quien acudió a las negociaciones por parte de la rectoría, ya ostentando el cargo Eduardo Bautista Martínez, fue el rector saliente, Eduardo Martínez Helmes. Éste, y no aquél, fue quien entabló diálogo con los grupos que se resistían a reconocer el triunfo de Bautista, y en esto fue avalado por la Secretaría General de Gobierno, y la Fiscalía General del Estado, que fueron las dependencias estatales encargadas de la resolución a este conflicto.

 

Elección fraudulenta

 

El rectorado de Eduardo Bautista Martínez, es consecuencia de una elección escandalosamente fraudulenta. Su triunfo se enfrenta al cuestionamiento de origen de un evidente fraude electoral en el que no sólo tienen que ver las acciones relacionadas con la compra o coacción del voto —que fueron denunciadas oportunamente por sus adversarios políticos— sino también con acciones como el ‘inflado’ y el ocultamiento del padrón electoral.

 

A tanto llegó la manipulación del resultado que, por ejemplo, en resultados como el de la Facultad de Derecho hubo más de cinco mil votos ejercidos, cuando en realidad esa escuela sólo cuenta con una población estudiantil y académica de alrededor de tres mil 500 personas. Esta situación inexplicable, se replicó en varias escuelas y facultades, y sólo encuentra una explicación en una clarísima manipulación del resultado que no apunta sino al fraude electoral.

 

Esa situación se repitió en casi todas las escuelas y facultades de la Universidad, además de la escandalosa forma en la que un nutrido grupo de maestros y alumnos se dedicó a generar el condicionamiento del voto por todas las vertientes tradicionales, pero con el añadido de la enorme cantidad de dinero que circuló, por primera vez a esa magnitud, para la compra abierta de simpatías electorales a favor de Eduardo Bautista Martínez.

 

De hecho, antes el rector saliente Martínez Helmes, había maniobrado para conformar una Comisión Electoral a modo, que sólo pudo concretar, en marzo pasado y como acto inicial de los preparativos para la elección, cuando fue ayudado nuevamente por la fuerza pública para lograr el blindaje que permitiera el desarrollo de la sesión de Consejo Universitario donde ésta fue instalada.

 

Así, teniendo una operación electoral aceitada con abundantes recursos económicos, y con un árbitro que pertenecía de origen al mismo equipo, la familia Martínez logró concretar la unción del cuarto delfín de esa dinastía, pero ahora ya no sólo para conservar el poder político universitario sino también para continuar la relación económica que ahora existe entre el ex rector Eduardo Martínez, y el operador financiero del gobierno de Gabino Cué, Jorge Castillo Díaz.

 

Complicidades Martínez-Cué

 

Eduardo Martínez Helmes hizo hasta lo inconfesable con tal de retener el poder, más allá de las razones que pudieran considerarse como “naturales”. Por un lado, enfrenta un grave problema de comprobaciones ante la Auditoría Superior de la Federación, por una suma superior a los 50 millones de pesos sólo del ejercicio presupuestal de 2013. Ello explicaría que Martínez Helmes no sólo quisiera heredarle el poder a alguien de su grupo por una cuestión de naturaleza, sino específicamente porque ello le garantizaría ciertas comodidades en la comprobación de los recursos que hasta ahora aparecen como faltantes.

 

No obstante, hay más. Martínez Helmes entabló relaciones de intereses económicos con gente cercana al gobierno estatal y, se dice, que juntos han aprovechado sus responsabilidades y presupuesto para generarse beneficios particulares, como por ejemplo en la construcción de obra por la que piden “moches” a las constructoras en la misma forma que se acusa de hacerlo a Jorge Castillo respecto al gobierno estatal, o con otros rubros como el manejo de las nóminas universitarias en las que se afirma que existe una lista secreta en la que más de 300 personas cobran siete mil pesos mensuales a través del manejo financiero realizado por despachos contables que responden a los intereses Helmes-Castillo Díaz.

 

Amilcar, apaciguado

 

Sólo a partir de esa fuerte relación de intereses económicos y políticos entre la familia Martínez y el gobierno de Gabino Cué, puede explicarse que, por ejemplo, al ex dirigente del STAUO, Amilcar Sosa Velasco lo hayan “convencido” desde el gobierno estatal no sólo de abandonar la postura crítica que era bien conocida en contra de Martínez Helmes y su familia, sino incluso de declinar en sus aspiraciones políticas a favor del candidato de la rectoría, Eduardo Bautista Martínez.

 

¿Cómo lo lograron? Fuentes de la propia universidad afirman que fue determinante la intervención del operador financiero del gobernador Gabino Cué, Jorge Castillo Díaz, quien habría llevado hasta la Ciudad de México a Sosa Velasco para manifestarle su interés porque se sumara al trabajo político de Eduardo Bautista.

¿Cuál habría sido el mecanismo de “convencimiento”? Primero, ofrecerle el pago de un bono de actuación por una cantidad superior a los cinco millones de pesos. Segundo, “recordarle” la existencia de varias órdenes de aprehensión libradas en su contra. Y, tercero, el amague con hacerlas efectivas de no cumplir con sus pretensiones. En esa operación habrían participado facilitando información funcionarios de la Secretaría General de Gobierno y —nuevamente— de la Fiscalía General del Estado.

 

Sólo así se puede entender la forma en la que Sosa Velasco dejó atrás todas sus convicciones y, sin el menor pudor, fue a levantarle la mano al candidato de la familia Martínez y a “sumarse” al trabajo del grupo político del que por años —y hasta un día antes— fue su crítico más puntilloso.

 

Premio al cacicazgo

 

Quién sabe qué tan contento esté Abraham Martínez Alavés de que su hijo Eduardo, le haya entregado la UABJO a los intereses de Gabino Cué, a cambio de seguir obteniendo beneficios económicos del manejo presupuestal de las arcas universitarias. En apariencia, esta elección parece haber sido un nuevo premio a su cacicazgo, aunque un castigo para la ninguneada comunidad universitaria, que dice luchar para ser considerada como democrática y vanguardista, pero que a la luz de sus resultados no deja de ser una menor de edad que se deja manipular a la menor provocación.

 

Al final, Eduardo Bautista —como apuntamos en otros espacios— será sólo un Rector fachada (será el que firme, el que dé la cara, y el que reciba los dividendos de la ignominia), porque Eduardo Martínez Helmes seguirá siendo, desde las sombras, quien dicte las órdenes y el destino político de la Máxima Casa de Estudios.
Al menos durante los cuatro años siguientes.