La inmaculada Juana Cata de Suárez y Rivas

Hace tres años apareció un libro sobre Juana Catalina Romero, extraordinaria mujer benefactora de su pueblo, Tehuantepec. Libro delgado de realmente unas 60 páginas, con un tipo de letra grande, de 14 puntos y amplio interlineado. La mitad es de ilustraciones. Así, la redacción queda reducida a 30 páginas.

 

Los autores son Julia Astrid Suárez y Raciel Rivas, antropóloga ella y él profesional de Filosofía y Letras. Semblanza de Juana C. Romero, que se lee en una sentada. Trabajo de divulgación, sin el rigor científico de la historia.

 

En entrevistas, la coautora ha dicho que les llevó 11 años el trabajo de investigación*, uno más de los 10 años que le tomó a Fernando del Paso “Noticias del Imperio” de 746 páginas. La mayor parte de lo referido a Juana Cata no tiene sustento, las citas son de otros hechos de la época. En la página 24, por ejemplo, dicen que ella viajó a EU, Londres y Roma, y que en esta última se reunió con el Papa León XIII. No dicen de dónde tomaron la información, ¿cómo lo supieron?

 

El asunto central es destacar la índole progresista de la famosa señora, junto con su decencia y linaje. Sobre todo, que no sostuvo relaciones amorosas con Don Porfirio Díaz. Historiadores reconocidos, entre ellos Don Jorge Fernando Iturribarría Bolaños, mencionan el trato de ambos personajes, Juana Cata y Porfirio, cuando éste fungía como gobernador de Tehuantepec o jefe militar, y radicaba allí. Como también narran su otra relación con la juchiteca Petrona Esteva (Tona Tati). Zapoteca hermosa, de brevísima cintura, la describen. Nada hay más usual que las relaciones entre ambos sexos.

 

Juana Cata no se casó ni tuvo hijos, tampoco se sabe de algún concubinato duradero, aunque en pueblo chico no pocos relatan de su muy solicitada belleza. La alcurnia que los autores notifican de ella tal vez explicaría que no se fijara en un personaje como Porfirio Díaz, a quien Charles Brausseur describió así en Viaje por el Istmo de Tehuantepec:

 

“Alto, bien hecho, de una notable distinción, su rostro de gran nobleza, agradablemente bronceado, me parecía revelar los rasgos más perfectos de la antigua aristocracia mexicana..., sería de desear que todas las provincias de México fueran administradas por gente de su carácter. Porfirio Díaz es, sin dudarlo un momento, el hombre de Oaxaca”.

 

Abre, eso sí, este regular reportaje histórico, la invitación a historiadores profesionales para, con sus técnicas científicas, acometer un gran tema. (C. Blas) •
*Revista Socialmente, nov. 2019, pág. 31. Oaxaca.