Lecciones de los sismos recientes en México

Adrián Ortiz Romero Cuevas

 

No todo está dicho en materia de protección civil y prevención de desastres. Es cierto que “los sismos no se pueden predecir”; sin embargo, más allá de la perversa interpretación literal de esa frase, queda claro que lo que sí es prevenible son las consecuencias fatales de dichos acontecimientos.

 

Todavía cuando ocurrió el sismo del 7 de septiembre, hubo quienes nos sentimos relativamente aliviados por la apariencia de que la cultura de la prevención estaba bien implantada en los núcleos poblacionales más importantes del país, y atribuimos la desgracia de algunas zonas a los rezagos en las técnicas de diseño y construcción.

 

¿Qué se reveló con el sismo que ocurrió 12 días después en el centro del país? No sólo que no era suficiente la cultura de la prevención en cuanto al diseño y construcción de inmuebles que consideraran la zona sísmica, sino que había también lugar a omisiones y corrupción que, aunque en una mayor medida fueron las mismas que en terremoto de 1985, ocasionaron miles de muertos en la capital del país.

 

¿Por qué caen unos edificios y otros no?

 

Hay que preguntarse ¿por qué hay edificios que se siguieron cayendo?; ¿por qué las edificaciones mejor construidas soportaron el sismo?; y ¿por qué incluso edificios de departamentos de reciente construcción colapsaron con un movimiento que se encuentra dentro de lo previsible?

 

En esa lógica, es claro que así como se dice que en el Istmo los daños fueron devastadores por el tipo de construcciones que predomina en la región, también lo es que en la capital del país todos sabían del llamado boom inmobiliario por el que ahora tendrán que responder autoridades y constructores por este negocio de defraudación.

 

Sí, en la capital del país colapsaron inmuebles que se ocupaban para arrendamiento de casas y que nadie revisaba, e incluso otros que recientemente fueron vendidos justo en las zonas donde hubo mayor colapso de inmuebles, como la colonia Del Valle, la Narvarte, Roma, Condesa y otras.

 

¿Nadie verificó que esas construcciones se hicieran de acuerdo a los estándares de seguridad de una zona sísmica como la Ciudad de México? ¿Las autoridades de aquella entidad autorizaron los proyectos mediante omisiones o actos de corrupción? ¿Los contratistas, constructores y diseñadores de las obras tienen responsabilidad?

 

La cultura de la prevención parte del “no corro, no grito, no empujo…” pero que va más allá. En los aspectos centrales de esa cultura debería encontrarse eso que nosotros pensamos que ya no estaba sujeto a la corrupción, pero que ha resultado al revés: las normas de construcción en zonas antisísmicas siguen siendo violadas con tal de economizar costos y agilizar las construcciones para satisfacer rápido los afanes comerciales. Ese es un punto sobre el cual las autoridades tendrán que responder en el mediano y largo plazos, cuando llegue el momento de saber no sólo quién diseñó y supervisó los edificios caídos, sino quién los autorizó.

 

La crisis continúa

 

Esa crisis también rebasó —como era natural— al gobierno, que de nuevo quedó en segundo plano. De nuevo, la organización ciudadana espontánea rebasó por mucho los esfuerzos institucionales frente a la crisis.

 

¿Qué resulta importante de esto? Que la ciudadanía está asumiendo con dignidad y valentía eso que la clase política siempre ha negado: la existencia de una sociedad civil organizada, pujante y exigente. Con el temblor del 19 de septiembre pareció constatarse que ahora sí la ciudadanía se está asumiendo como tal.

 

Pero lo siguiente que debe hacer es considerar que no se trata sólo de un despertar como chispazo o anécdota, sino que después de que pase la crisis por el terremoto debe asumir los siguientes pasos para construir la opción que quizá en el mediano plazo pueda convertirse en la piedra angular de una vía distinta a la de los partidos políticos.

 

Contra la corrupción

 

Es claro que en ese y todos los casos, en el fondo lo que debemos combatir es la corrupción, que se ha metido como humedad en todo nuestro sistema, pues todas las expresiones antes señaladas tienen el mismo origen de fondo.

 

La corrupción, disfrazada de las más variadas prácticas, silencios, omisiones y formas.