México: privatización, incompetencia y corrupción

Teoría de los dos cortes

Gerardo Nieto*

 

En México el sistema de partidos no tiene base ciudadana de respaldo, entre otras cosas por los excesos de una clase política tradicional atrapada en los circuitos de la incompetencia y la corrupción. El mundo ya no es como era. El arribo de Donald Trump, bajo este enfoque, no es más que la consecuencia lógica de un proceso histórico de degradación de Estados Unidos.

 

Dos cortes analíticos para una explicación de la crisis mexicana y para formular una prospectiva rumbo al 2018. El primero, de gran trazo. Su principio y fin es la reforma económica. Se origina en los años ochenta del siglo pasado. Carlos Salinas la eleva exponencialmente y Peña Nieto la lleva a sus límites. Una reforma que nace con el llamado Consenso de Washington y que se basa en desregular mercados y privatizar bienes públicos.

 

Otro corte, de alcance limitado, coyuntural. Vislumbra los problemas de gobernabilidad ligados a incompetencia y corrupción. La síntesis de ambos cortes deja ver el escenario complejo del 2018: los intereses alrededor de la reforma económica actuarán en función de su propia agenda. Entonces, bajo cualquier circunstancia, habría continuidad del modelo reformista; sin embargo, lo que ofrece el corte de coyuntura deja otra certeza: más allá de la racionalidad básica de los intereses económicos involucrados, lo que priva en el ambiente es una ominosa complejidad de acontecimientos que nadie controla. Bajo la lógica del caos, todo es posible.

 

Regresar al Inicio Se impone, por necesidad cuasi pedagógica, un análisis mixto. Es decir, considerar, por un lado, el entrelazamiento de los grandes intereses detrás del modelo reformista, determinantes para el proyecto de continuidad y, por el otro, la agenda de riesgos que implica una coyuntura, con múltiples actores que apuestan crecientemente a acciones directas en política.

 

Crisis estructural y sistémica

 

Esto es, a la crisis estructural y sistémica se suman múltiples crisis pequeñas: la de seguridad pública, la social, la de empleo, la educativa, la de valores, la de expectativas, etcétera. La primera determina todas las demás. Éstas son consecuencia de un régimen político agotado y un modelo económico al servicio de las élites. Las expresiones antisistema que se registran en todo el mundo -México no es la excepción-, cuestionan los efectos de un esquema de integración que beneficia a unos pocos pero que afecta a todos los demás.

 

Un modelo permisible a los abusos económicos y a los excesos de una clase política tradicional atrapada en los circuitos de la incompetencia y la corrupción. El sistema de partidos no tiene base ciudadana de respaldo. El corte amplio ofrece explicaciones de la crisis estructural y sistémica en el marco del cambio tecnológico y del surgimiento de nuevos paradigmas en economía, educación y política. El mundo ya no es como era. El arribo de Donald Trump, bajo este enfoque, no es más que la consecuencia lógica de un proceso histórico de degradación de Estados Unidos.

 

Trump a la Casa Blanca acelerará la crisis de hegemonía de esa nación. En el proceso, el mundo vivirá una nueva Guerra Fría, con graves aristas de inestabilidad nuclear. El siglo XX, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial, derivó en una certeza básica: se sabía hacia dónde se quería transitar. En Europa, todos los esfuerzos se dirigieron a la construcción del Estado de bienestar. No hubo confusión sobre la hoja de ruta. Hoy, lo que priva es la incertidumbre. No hay camino, porque los modelos entraron en crisis. Aún la idea del libre mercado está seriamente cuestionada. Antropológicamente, hoy se puede hablar sin exageraciones de un presente sin futuro.

 

En este orden de ideas, la persistente aplicación en México del modelo del Washington Consensus no obstante ser un modelo agotado, exacerba las contradicciones sociales y genera, por esa vía, incentivos para un cambio político en 2018. La lógica más elemental indica que, de no existir acontecimientos extraordinarios que cambien el curso de la historia, entonces es altamente probable una alternancia de izquierda social en México. Ese giro en la historia podría haberse dado antes, pero el orden de las cosas y los intereses detrás de la reforma económica, lo impidió. Hoy, nada garantiza la persistencia del statu quo, y si el sistema fuerza las cosas, se apostará por la fractura nacional.

 

¿Hacer constitucional el Estado de excepción?

 

Si este fuera el escenario, entonces se explicarían los esfuerzos que se hacen para constitucionalizar el Estado de excepción. En esa lógica, vendría el encumbramiento político del poder militar. Si los factores reales de poder no equivocan sus lecturas, quizá puedan concluir que un cambio político en la ecuación del poder también les beneficia, porque persistir en el proyecto de continuidad de un modelo económico en fase terminal, acerca al país a la ruptura irresoluble. Esa continuidad, en las condiciones del presente, sólo es posible a partir del encumbramiento del factor militar. Bajo este escenario todos pierden.

 

Los dilemas de nuestra realidad compleja, en esta perspectiva de enfoque mixto, nos llevan a transitar por las lecturas que deja acercarse al entendimiento de esa relación dialéctica entre el corte de largo trazo y el enfoque de coyuntura. Estados Unidos es una economía de guerra. Viene un proceso de armamentismo internacional que beneficiará a su industria militar. Es temprano para saber cómo habrá de acomodarse la nueva geoestrategia, pero por lo que se observa, hay por lo menos tres focos de tensión: Medio Oriente con Siria y el Estado Islámico; China y su dinámico reacomodo para convertirse en potencia militar para Regresar al Inicio proteger su visión de territorialidad; y, Europa con el surgimiento de nacionalismos que le apuestan al regreso de la tesis de las identidades.

 

A principios de los años noventa, cuando se negociaba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, nadie cuestionaba seriamente la hegemonía internacional de Estados Unidos. Hoy, pocos son los que ponen en duda que esa nación está inmersa en una crisis estructural que afectará su papel en el mundo. Por supuesto, nadie sugiere que la debacle de la aún primera potencia mundial sea rápida, pero la caída es incontrastable. A nivel global, se ha iniciado un proceso de transición hegemónica.
México, su hoja de ruta

 

Quizá, en el marco de la nueva correlación de fuerzas que se abre a nivel internacional, con el arribo de Trump al poder en Washington, México pueda reflexionar seriamente su propia hoja de ruta para el largo plazo. Los tiempos de esta reflexión-acción están sujetos al proceso de cambio político nacional. La continuidad será inercial, en tanto que la alternancia será, necesariamente, rupturista con el statu quo.

 

Por otra parte, en todo el territorio de la Unión Europea se imponen los temas del disenso: inmigrantes, referéndum nacionalistas, empleo, educación, escudos de defensa militar, etcétera. Las certezas se desvanecieron y, en su lugar cobraron derecho de residencia las políticas de ajuste al gasto público que aceleran la crisis del sistema tradicional de partidos y de legitimidad de la clase política.

 

Podemos en España, Movimiento 5 Estrellas en Italia, Syriza en Grecia, son expresiones de descontento social que encarnan en varias manifestaciones, dentro de la institucionalidad. Capitalizan el descontento por la destrucción del Estado de bienestar, por la inmoral concentración de la riqueza en un puñado de magnates y, sobre todo, por la lacerante corrupción de los políticos y los hombres del dinero.

 

El punto de quiebre es inmediato: Podemos en España, en menos de tres años de vida, ya es prácticamente la segunda fuerza política del país; Movimiento 5 Estrellas ganó el referéndum que llevó a la dimisión a Matteo Renzi como primer ministro de la república italiana; y, Syriza es gobierno en Grecia. El descontento con la clase política tradicional es en todo el mundo. En México, en 2018, la elección será un plebiscito nacional entre el actual modelo reformista que hace crisis en todas partes y la promesa de restauración del Estado de bienestar a la mexicana. No hay manera de que el actual modelo consiga adeptos.

 

Los electores constatan el gran engaño que significó, por ejemplo, privatizar todo el proceso de valor del petróleo y la energía. La narrativa oficial gira alrededor de que en 15 años, el futuro será mejor. La clase política en el poder olvida la máxima keynesiana de que en el largo plazo todos estaremos muertos. Lo que hay es un reparto del botín y una apertura al gran capital trasnacional. Esos intereses jugarán en la elección.

 

Por esto, la importancia de los aterrizajes de candidaturas emergentes que hoy no rebasan un dígito de intenciones de voto, pero que podrían ser las que al final, conjunten los grandes apoyos del sistema, frente a la amenaza de una alternancia de izquierda social que trastocará de cualquier modo el estado de cosas existente. Aunque hay tendencias ligadas al proceso de sucesión que son lógicas y racionales, no hay nada seguro para nadie.

 

El país hacia modelos superados

 

En la próxima elección presidencial jugarán las circunstancias como determinantes. Habrá coyunturas fortuitas y otras que surjan desde los sótanos del poder. Cuando en el mundo es severamente cuestionado el modelo económico y se plantean otras alternativas de desarrollo, México avanza en la instrumentación de un Consenso de Washington superado. La experiencia internacional confirma que la clase política mexicana camina a destiempo con sus reformas. La privatización fracasó como opción de desarrollo. Se entiende la persistencia de políticos y empresarios en dicho modelo, pero es más por protección a sus intereses que por razones de Estado.

 

El enfrentamiento entre bloques está de regreso. Oriente contra Occidente; Estados Unidos y el bloque europeo contra Rusia y un conjunto de países euroasiáticos. Un conflicto más allá de los Estados-nación. La transición hegemónica en puerta anuncia un choque de civilizaciones. El vector militar está de regreso. En México, ese factor avanza como elemento casi único de la cuestionada gobernabilidad. La funcionalidad del sistema durante el interregno 2000-2017 estuvo y está supeditada al factor militar y policiaco. Sucesivas presidencias débiles y élites transversales agazapadas en el Congreso, llevaron las crisis de coyuntura a niveles exponencialmente graves. La mayor de las disyuntivas se presenta en el ámbito de la seguridad: en este rubro todo puede ocurrir.

 

En un país con débil institucionalidad y un sistema político subdesarrollado; en una coyuntura internacional donde domina la ley del más fuerte y en la que se registran vientos de guerra, el factor militar en México parece dispuesto a escalar sus propias posiciones en la pirámide del poder. Finalmente, lo que deja este escenario de lo complejo, es que un intento de análisis serio implica jugar dialécticamente con los dos cortes de estudio: el trazo de largo aliento con los ciclos de coyuntura. Por ahora, la conclusión base es que, en cualquier escenario, habrá cambio político en 2018.

 

*Doctor en Economía por la UNAM, graduado con mención honorífica. Maestría y licenciatura en Ciencias Políticas por la misma Universidad, ambas, también, con mención honorífica. Diplomados: en Análisis político estratégico por el CIDE; Prospectiva política y formulación de escenarios por la Universidad Iberoamericana; Función gerencial de la Administración Pública por el ITAM; Tecnologías de la Información y Comunicación para la enseñanza, y TIC para el desarrollo de habilidades en el aula, ambos por la DGTIC-UNAM; Economía para orientadores educativos por la UNAM. Autor de los libros: Los problemas de la alternancia política en México; La presidencia débil 2006-2012. Ensayo político sobre la dialéctica del caos, y La elección de carrera en la sociedad del conocimiento. Colaborador del periódico El Financiero y profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.