Tirar a Peña es trastocar el proceso de sucesión en marcha

Gerardo Nieto

 

Resumen Ejecutivo AP 811

 

¿Quién sostiene a Peña Nieto? La respuesta es inquietante: nadie está ya detrás del Presidente: ni Washington, ni las fuerzas armadas, ni la nomenklatura priista, ni los empresarios, ni las Iglesias, ni los medios de comunicación –lo que hizo Carlos Marín de Milenio confirma que hasta los aliados del régimen le han dado la espalda.

 

Degradar la Presidencia no tiene futuro. Afectar como se hace, con una acción convergente de distintas fuerzas e intereses, a Enrique Peña Nieto es apostar al caos. La estridencia y la crítica sin límites a su persona, en un momento de debilidad estructural de su gobierno, apunta al peor de los escenarios: trastocar el proceso de sucesión en marcha con la demanda de un Presidente sustituto.
En las condiciones actuales, solo un milagro –que en política no existen—, haría que el PRI fuera competitivo. La derecha panista cerrará la pinza en torno a la esposa de Calderón, pero no hay garantía de que el gran electorado la respalde. Pesan los excesos, abusos e incompetencias del calderonato.

 

Condiciones para una alternancia de izquierda

 

Se registran condiciones históricas para una alternancia de izquierda social. Distintos grupos se mueven ya hacia la zona de influencia de ese cambio. Por esto, socavar la imagen y la investidura presidencial formaría parte de una estrategia para nulificar políticamente a Peña Nieto, a quien lo único que le queda para intentar salvar el peso de la historia, es apostar a una elección ejemplar en 2018.

 

La derecha panista está en la lógica de administrar la crisis que envuelve al Presidente y a su partido. El arribo de José Antonio Meade a la Secretaría de Hacienda es una buena noticia para el calderonismo militante. A menos que Enrique Peña Nieto quiera habilitar a Meade como candidato del PRI a la presidencia de la República, todo se acomoda para pavimentar el camino de Los Pinos a los Calderón-Zavala.

 

Luis Videgaray, el hombre fuerte de Peña Nieto, quien hizo y deshizo a su antojo en el gabinete, puede ser uno de los beneficiarios de una alternancia en el poder. Su esposa está emparentada con Margarita Zavala. “Si todo lo que se ha visto desde esos comicios (junio 2016) hasta ahora, incluyendo la autofulminación priiísta a causa de la extraña visita de Trump, termina favoreciendo a Acción Nacional y, en específico, a Margarita Zavala Gómez del Campo, el siguiente sexenio no será tan malo para…Videgaray, pues su esposa es Virginia Gómez del Campo, prima de la citada Margarita y de la senadora panista Mariana Gómez del Campo”i .

 

La derecha busca la agonía del presidente

 

Videgaray heredó un Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) que secará las finanzas públicas, elevará las contribuciones del ciudadano medio a través de la liberación del precio de las gasolinas y acotará la acción social del gobierno. Con esta crisis a cuestas, no hay manera de que el PRI se recupere de aquí al 2018. Lo que viene es un pacto de salida entre Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón, para acordar los términos de la cesión de poder. La idea base de la oposición de derecha es prolongar la agonía política del Presidente.

 

En otras palabras, el juego es administrar la crisis hasta el día de las elecciones de 2018. Durante el proceso, se pactaría la salida de Peña Nieto y los años más comprometidos de su expresidencia. Hay muchas fuerzas que apuestan a la tesis del sexenio corto. La trama que trajo a Trump , implica reconocer como posible la existencia de una facción mexicana que simpatiza con el magnate y con el Partido Republicano de los Estados Unidos. Es decir, esa visita no habría sido un error sino una acción calculada, lo que el triunfo del republicano parece confirmar:

 

“…desde semanas antes del 26 de agosto, fecha en que Presidencia mexicana dijo haber enviado formalmente las invitaciones a los dos candidatos, hubo contactos, llamadas y negociación para traer a Donald Trump, que era el verdadero interés del equipo peñista. Esos contactos realizados entre Videgaray, el jefe de la Oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán y el yerno de Trump, Jared Kushner, tenían ya planeada y organizada la presencia del candidato republicano más de una semana antes de que girara la invitación formal a su contrincante demócrata, a la que sólo parecen haber invitado como mera formalidad, porque su verdadero interés y apuesta estaba en la presencia en México del controvertido magnate”ii .

 

Eliminar del PPEF los fondos de capitalidad e infraestructura en los que descansaba buena parte del margen de maniobra del Jefe de Gobierno de la capital del país es parte del juego. La sucesión en marcha, más allá de la racionalidad de los pactos de poder, depende de las circunstancias. Frente al veto de régimen que se mantiene contra el candidato de la izquierda social, Miguel Ángel Mancera podría ser el beneficiario de una alternancia pactada. Eso lo sabe el PAN, por ello desde ese partido es de donde más se le ataca al gobernante de la Ciudad de México.

 

En otras palabras, dado el grado de descomposición nacional y de la acción directa de muchos grupos de interés, nadie tiene asegurado el aterrizaje a modo en el 2018. Gracias al ambiente enrarecido y a una coyuntura impredecible, Mancera puede ser presidente. Hoy, muy pocos defienden al Presidente. Es la degradación absoluta del personaje y un daño estructural a la investidura que representa.

 

Contra Peña, la peor acción convergente

 

Ni José López Portillo (76-82) o Luis Echeverría (70-76) sufrieron una acción convergente como la que se registra en contra de Enrique Peña Nieto. Con la visita de Trump a México, se diluyó el factor Washington, que era uno de los apoyos fundamentales del presidente mexicano; con casos como el de Ayotzinapa, Tlatlaya, Tanhuato, Nochixtlán, etcétera, erosionó la identidad del primer mandatario con las fuerzas armadas; con la designación de Luis Miranda Nava en la Secretaría de Desarrollo Social, se fracturó la alianza con el sector duro del PAN; con la liberación de los precios de las gasolinas se abrió la distancia entre el establecimiento político y las clases medias; con Enrique Ochoa Reza en el PRI la nomenklatura está en lo suyo.

 

Es decir, en una silenciosa rebelión. No hay elementos para la generación de nuevos consensos. El ciclo de este sexenio concluyó. Hay fuerzas que quieren al Presidente fuera de Los Pinos; sin embargo, “…un presidente débil por el bajo acuerdo de gobierno y déficit de credibilidad es un peligro para todos, no sólo para el partido gobernante que deberá encarar el desafío electoral en condiciones de adversidad. Un gobierno con bajo aprecio ciudadano propicia la embestida no de los opositores (están en su derecho y en su función), sino de los poderes fácticos en la pretensión de doblar al gobierno para asegurar intereses y privilegios aún a costa de la ley y del interés general”iii .

 

El proceso de implosión en el gobierno complica las cosas para Enrique Peña Nieto. Al interior de la administración, unos ubican a Miguel Ángel Osorio Chong como adversario; otros mantienen las alertas porque Luis Videgaray tiene aún muchos alfiles a lo largo y ancho del poder. El relajamiento y la confrontación se resuelven con una buena dosis de liderazgo político del que carece el Presidente.

 

¿Quién sostiene a Peña Nieto? Nadie

 

En estas circunstancias, cabe la pregunta ¿quién sostiene a Peña Nieto? La respuesta es inquietante: nadie está ya detrás del Presidente: ni Washington, ni las fuerzas armadas, ni la nomenklatura priista, ni los empresarios, ni las Iglesias, ni los medios de comunicación –lo que hizo Carlos Marín de Milenio confirma que hasta los aliados del régimen le han dado la espalda-. “Ante la secuencia de tragedias, yerros y omisiones que han marcado el segundo tercio de este sexenio, activistas…están exigiendo la renuncia del presidente Peña Nieto”iv .

 

El nombre del juego es debilitar a Peña Nieto, dejarlo caer. El control del proceso sucesorio ya no está en sus manos. Una buena cantidad de fuerzas del régimen apuestan a la facción de Los Calderón-Zavala, pero otros grupos se mueven para abrir las puertas de Los Pinos a una izquierda institucional. Esta es la rendija por la que Miguel Ángel Mancera puede colarse a la disputa por el poder.

 

La izquierda social tiene todas las condiciones para materializar un cambio que debió ser hace por lo menos 12 años; no obstante ello, el veto del sistema está vivo. Un nuevo desafuero no es opción. Evitar que el aspirante de la izquierda social se haga del poder pasa por desencadenar escenarios extremos. Uno de ellos, el del arreglo de la próxima elección presidencial y, otro, el del presidente sustituto.

 

“Es de tan variada calidad y verticalidad la composición del Congreso de la Unión que poner en sus manos la designación de un Presidente sustituto podría conducir a una situación peor a la prevaleciente./ Hay ingenuidad o perversidad en quienes piensan resolver el problema agravándolo con la renuncia presidencial”v .

 

Renuncia del presidente traería el caos

 

De darse este último escenario, el país se fracturaría. En medio del caos y la anarquía, los poderes reales se impondrían sobre el valor del voto democrático. Las fuerzas que hoy apuestan contra Peña Nieto son las mismas que en el pasado activaron el veto contra el candidato de la izquierda social. En la sucesión presidencial en marcha, la coyuntura será determinante. Con un Presidente débil y sin futuro, México se confirma como un gran laboratorio de experimentos extremos.

 

En este re-juego de fuerzas, potenciales candidaturas como las de Miguel Ángel Mancera se pueden transformar en atractivas para los grupos de poder que están en busca del sucesor de Peña Nieto. En el equipo del Presidente se formó un bloque contrario al secretario de Gobernación. Ese frente político anti-Osorio promueve a José Antonio Meade como potencial presidenciable.

 

En última instancia, Meade no vería mal una nueva alternancia en el poder que favorezca a la facción calderonista del Partido Acción Nacional. Pero un dato le hace ruido al nuevo secretario de Hacienda: que es parte del grupo de Luis Videgaray, a quien las evidencias publicadas ubican como contacto de Donald Trump en México:

 

“…se cree que a mediados de agosto Videgaray viajó… a Nueva York, sede del imperio Trump… afinando los detalles de la visita, justo cuando en México… el funcionario informaba… de una extraña cirugía que lo mantendría ‘convaleciente por unos días’ y de la cual nunca se dieron mayores detalles”vi . Los poderes económicos alrededor de Hillary Clinton habrían presionado para su renuncia.

 

En el equipo de los demócratas y en la Casa Blanca se coloca al presidente mexicano entre los políticos latinoamericanos que no son confiables. Se habla de traición mientras en México hay facciones que empujan ya la necesidad de un Presidente sustituto. En el trasfondo, se vislumbra la silueta de un Videgaray que puede quedar como el artífice de la traición.


I Hernández López, Julio, Astillero en La Jornada. México, septiembre 05, 2016, p.-8.
II García Soto, Salvador, Serpientes y escaleras en El Universal. México, septiembre 10, 2016. p.-11.
III Berrueto, Federico, Juego de espejos en Milenio. México, septiembre 11, 2016. p.-3.
IV Pardinas, Juan E., Némesis en Reforma. México, septiembre 11, 2016. p.-11.
V Delgado, René, Sobreaviso en Reforma. México, septiembre 10, 2016. p.-10.
VI García Soto, Salvador, Serpientes y escaleras… Op. Cit. Supra. p.-11.N