Excesivo culto al pasado y escasez de crítica cultural*

Cuauhtémoc Blas

Hay un tema que tiene que ver con la prensa y la crítica cultural en la región del Istmo, sobre todo en Juchitán. Un tema de singular trascendencia por las implicaciones socio-culturales que supone. Porque está en el fondo de la idiosincrasia de la gente y limita su crecimiento intelectual: El excesivo culto al pasado y la escasez de crítica cultural.

El casi exclusivo culto al pasado impide abrir la mente a nuevas perspectivas para insertarse en el desarrollo del conocimiento del nuevo siglo, nos encajonan, nos sujetan en la cómoda seguridad de considerar que sólo lo nuestro y lo conocido es lo mejor y lo único válido. Es de poca relevancia regional los temas sobre desarrollo científico y tecnológico. Y hoy son exitosos los países que tienen un alto desarrollo tecnológico, no los que exportan materias primas como nosotros.

 

 

Ni aunque pudiéramos optimizar nuestra explotación petrolera, la venta del crudo no sacaría al país de su atraso, como nunca lo hizo a pesar de los desplantes echeverristas de prepararnos para administrar la abundancia cuando se descubrieron los grandes yacimientos de la sonda de Campeche y Chicontepec, los viejos pozos de entonces que hasta hoy son los que sostienen nuestra producción petrolera. No hay nuevos.

Preservación sobre atendida  

Existe hasta una sobre atendida búsqueda de preservación de nuestra cultura zapoteca cuya fortaleza es evidente. Como si las culturas no pudieran defenderse solas, hasta ahora, por ejemplo, las lenguas en peligro de desaparición han muerto no obstante los programas oficiales para evitarlo. Es su utilidad práctica y no programas  pro indigenistas los que salvan una lengua y su cosmovisión. Por cierto, centenas de lenguas han desaparecido a lo largo de la historia universal. En Oaxaca ya casi mueren el  chocholteco, ixcateco y zoque con menos de media docena de hablantes según sus estudiosos.

La preocupación por reforzar el español en nuestras comunidades también debería ocupar un lugar privilegiado pues es esta lengua la que puede comunicar y unir a esos pueblos “El español también es nuestro”, si no fuera así, preguntó León-Portilla, en Oaxaca donde hay más de 15 lenguas distintas ¿Cómo se podría comunicar un zapoteco con un mixe o con un huave? Es necesaria una lengua general, en una época lo fue el Náhuatl y ahora es el español. (Revista En Marcha, núm. 151. Agosto de 2012. Pp. 23 )

Un ejemplo de lo anterior se dio en el mes de octubre en el Centro Cultural San Pablo de la ciudad de Oaxaca donde una grupo de mujeres poetas oaxaqueñas leía cada una en su lengua indígena y después traducían al español. Claro, de otra forma ni el público ni ellas se entenderían. Por supuesto que la traducción es traición como dicen los clásicos, siempre mata un poco el poema, quienes entendemos el zapoteco podemos percibir la riqueza que conllevan palabras, ideas y sonido. Pero pasa lo que con cualquier otra lengua al traducirse, algunos de estos elementos se pierde.

Para no ir lejos, en Zaachila, cuna de la cultura zapoteca nadie habla ya esa lengua, lamentablemente. La pérdida de una cosmovisión particular empobrece, sin duda, el conocimiento general, por lo que, por supuesto, no se propone aquí olvidar o dejar morir lenguas y visiones del mundo, sino ampliar el área de atención, ocuparse e invertir en la economía del conocimiento como se llama al desarrollo moderno de la ciencia y tecnología. De otra manera estamos condenados a vivir del pasado, a languidecer mientras otras naciones cuyo pasado asombroso y colosal como China no le inhibe el impresionante desarrollo tecnológico con que hoy se encaminan a ser la primera potencia del mundo.

Obsesión con el pasado

En su libro ¡Basta de historias! Andrés Oppenhaimer discurre sobre la obsesión latinoamericana con el pasado y destaca el éxito de China. Relata su entrevista con Bill Gates, el fundador de Microsoft tecnología que lo convirtió en el hombre más exitoso del mundo, donde éste manifiesta su admiración por la China de hoy: “Lo que me asusta sobre el ascenso de China es su nivel de humildad. Están haciendo las cosas muy bien y, sin embargo, tienen una humildad asombrosa. Tú vas a China y escuchas ´en India están haciendo esto y lo otro mucho mejor que nosotros. ¡Caramba tenemos qué hacer lo mismo´. Esta tendencia a la humildad, que algún día van a perder, les está ayudando enormemente.»

Quizá esto pudiera ser un tema cuya reflexión y análisis también impulsaran las instituciones municipales, aprovechar esta magnífica Casa de Cultura juchiteca, bien conducida por su director Vidal Ramírez Pineda, como semillero de conocimientos del futuro para seminarios o talleres donde además de indigenistas, cuyo papel ha sido buscar preservar nuestro pasado, participaran otros con visiones diferentes.

El peso del pasado es evidente, en la era del conocimiento nuestro país, entidades y municipios se sumergen en la exaltación de su historia, nada nos dejó el enorme y absurdo gasto por el centenario y bicentenarios famosos. Por eso esta afirmación que nos endilgan es lapidaria: mientras latinoamérica mira hacia atrás, países como India y China están mirando hacia adelante.

Tampoco decimos que hay que prescindir u olvidar el pasado, necesario para entender lo que somos y tratar de no repetir errores, así como la educación cívica nunca debió salir de los programas de estudio escolares, la historia nacional y mundial son fundamentales; es esta filia exclusiva por el pasado lo que paraliza.

Indigenismo y sus intereses

Pero esta filia por el pasado no es generalmente una tendencia espontánea, tiene asideros de fuerte interés económico, de instituciones surgidas después de la revolución de 1910 como el INI que ahora es CDI y destinan millonarios recursos para “ayudar” a los indígenas. Una centuria casi de “ayudarlos” y siguen igual de pobres.

De ahí se derivó una burocracia indigenista que se ha beneficiado de esa millonaria derrama; instituciones especializadas en estudios indigenistas constituidos en cofradías intelectuales que se bastan a sí mismas; congresos que son turismo intelectual indigenista, ajenos a la problemática de la vida concreta de esos pueblos; asociaciones, ONG´s que reciben recursos de muchas partes del país y el mundo y que por cierto a nadie rinden cuentas.

En tanto los pueblos oaxaqueños se están quedando vacíos en su desesperada emigración hacia otras partes del país y los Estados Unidos por falta de empleo y oportunidades en su tierra. Tenemos en Oaxaca el municipio más pequeño del país con 89 pobladores, Jicotlán en la Mixteca. Parafraseando a Gabriel Zaid, si todo ese caudal de dinero destinado desde hace décadas a programas de gobierno para ese sector se lo hubieran dado en efectivo a cada uno de sus hipotéticos beneficiarios quizá algo les habría llegado y estarían mejor.

Con la bandera indigenista se amarran intereses de artistas, músicos, poetas e intelectuales, muchos de ellos sin atributos que los sostenga. Hay un mercado que demanda exotismo. La sociedad global posmoderna, reflexiona Lipovetsky, tiende a privilegiar la diversidad, a ofrecer fórmulas de “programas independientes” en lo que llama “relaciones de seducción”, que consiste en “multiplicar y diversificar la oferta para buscadores de experiencias diferentes.”(Blas López, Cuauhtémoc. Oaxaca, ínsula de Rezagos. CrItica a sus gobiernos de razòn y de costumbre. Edit. Siembra. Oaxaca, México 2007. Pp. 101).

Mucho se ha caminado en esa conjunción de simulación de atenciones a los pueblos indígenas: día nacional del indígena, leyes de protección y procuradurías especiales de defensa del indígena, hasta un premio nacional de literatura indígena al que muchos escritores y poetas se han plegado y aceptado esa redituable discriminación con la que obtienen premios, dinero, viajes. O sea, el gobierno federal crea un premio especial para esos pobres indígenas que no pueden ganar un Premio Nacional de Literatura o Poseía a secas, y ellos felices.  

“Yo no sé leyendas de antigua alegría/sino historias viejas de melancolía”, escribió Antonio Machado como adjurando de un doloroso pasado suyo en el poema “Una clara tarde triste y somnolienta.”
Ahora la advertencia de no voltear para atrás so pena de convertirnos en estatuas de sal, tendría esta variante: dejar de mirar sólo hacia atrás para  enderezar la vista también hacia adelante. Como dicen los que atinan, preocuparnos por el futuro porque es ahí donde vamos a vivir.

*Una primera versión se expuso en El Foro de Consulta Ciudadana Rumbo al Plan de Desarrollo Municipal de Juchitán. Octubre de 2013.