La gran responsabilidad social de los empresarios

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Cuauhtémoc Blas

 

América Latina, y México, no han podido remontar su pobreza, no tanto por sus malos gobiernos sino por su carencia de empresarios, por falta de iniciativa privada que es la encargada históricamente de crear industria, riqueza, empleos. Eso se nota de manera más palpable en el Oaxaca rezagado, donde se exalta de manera derproporcionada sólo su pasado indígena y se olvida por completo el desarrollo científico y tecnológico.

 

Triste futuro de una sociedad que quiere vivir de su pasado y olvida lo que se necesita para un mejor futuro. Y más cuando ese pasado hoy es en realidad referente de pobreza y diáspora. Pero esa es la demagogia con la que medran muchos, entre ellas las Eufrosinas Mendozas, los Adelfos Reginos, los Cándido Cueto, los Salomón Nahamd, etc.

 

Nadie propone renegar de su pasado, todo lo contrario, lo que se dice es que no se puede vivir e ir en marcha hacia adelante solamente cantando loas a lo que culturalmente ya no brinda sostén ni futuro económico a su pueblo en sentido estricto, si bien sirva como fuente de identidad imprescindible, es una buena economía la única que brinda la posibilidad de reproducción de cualquier sociedad. Elemental principio de la ciencia económica.

 

En las Mentiras de mis Maestros, Luis González de Alba responde a la pregunta de a qué cultura se le puede considerar buena. A aquella que retiene a su gente en su tierra —sostiene—, aquella donde su gente no tiene que emigrar por hambre, por falta de trabajo. Y en Oaxaca, amigos, la gente emigra mucho y tiene hambre. Se calcula que 4 millones de oaxaqueños viven fuera de su tierra, la mitad de la población de Oaxaca hoy. Están en Los Ángeles California, en Ciudad Netzahualcóyotl, en San Quintín, en los campos de cultivo de Sonora, etc.

 

La creación de riqueza por parte de los empresarios en su obligación histórica más importante, su responsabilidad social más grande. Y la de los gobiernos es propiciar las mejores condiciones para ese desarrollo. Lo que en este infausto sexenio que culmina vimos que fue todo lo contrario. Desde que no garantizó un Estado de derecho, al privar la violencia e impunidad, hasta el fraude más grande de nuestros tiempo a los pequeños empresarios a quienes este mismo gobierno les robó descaradamente al no pagarles a esos proveedores.

 

Hay varios puntos que creemos deben ser puestos a consideración de los empresarios de Oaxaca, ahora que vivimos una de las peores crisis políticas y económicas de la historia de la entidad. Con la afrentosa por inútil deuda pública que de manera conservadora se ha calculado en realidad en unos 30 mil millones de pesos.

 

Creemos indispensable persistir en la promoción de una mínima masa crítica oaxaqueña que además de festejar sus costumbres y folclor, no pierda de vista la importancia de impulsar el desarrollo educativo, científico y tecnológico de la entidad. Una sociedad que renuncia a estos últimos imperativos cancela su futuro.

 

Dentro de los objetivos empresariales, que en su mejor expresión contemplan una integración empresa-sociedad al apoyar proyectos de rentabilidad social, también debe atenderse la promoción de una educación de calidad y de una mejor cultura política y productiva. Precisamente, una estrategia de vinculación social o mecenazgo que, de acuerdo a teorías de la mercadotecnia, mejoran las relaciones con la comunidad, inciden en el bienestar de la misma y propician sentimientos de lealtad.

 

Finalmente, hay que recordar que los gobiernos —siempre temporales— se encargan más que nada de propiciar, en el mejor de los casos, un contexto productivo adecuado, y que son los hombres de empresa —siempre permanentes— quienes tienen la misión de impulsar con sus iniciativas productivas el crecimiento económico, la creación de empleos y, por ende, el bienestar de la sociedad. A ellos, sobre todo, importa un buen ambiente social.