Jefes de prensa, sus negocios

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Muchos jefes de prensa o de Comunicación Social deben tener similar trato que los delegados de tránsito, jefes policíacos, jueces u oficiales del registro civil. Rotarlos, moverlos de un lugar a otro para que sus intereses creados no lleguen a obstaculizar las funciones de la institución.

 

Hay quienes hacen bien su trabajo, no piden “moches” a los proveedores de servicios de información. Pero también se conoce a quienes despliegan esa dinámica con su clientela.

 

Los jefes y sus largas listas

 

En el pasado, en lo que llaman los buenos tiempos del gremio porque se le destinaba mayores recursos, varios de esos jefes hicieron fortuna a costa de los reporteros. En las oficinas de comunicación había lista de apoyos a quienes ni sabían que estaban en esas listas, pero a cuyo nombre se justificaban recursos que se quedaban esos jefes de prensa. Los “chayotes” robados.

 

La práctica persiste, de acuerdo a escándalos recientes, como el suscitado en el Congreso de Oaxaca el año pasado. Por supuesto que las listas son más amplias que los reales beneficiados, los afortunados son sólo los cercanos, los marchantes amigos.

 

Por eso es que deben ser removidos esos “expertos”. Aunque la verdad algunos deberían ser desligados del área en tanto sus compromisos son tan personales que sus jefes a quienes deberían cuidar su imagen pasan a segundo término.

 

“Pégale a mi jefe, no a mí”

 

Hace unos años hacíamos la crítica de un proceso electoral en el sindicato de burócratas del gobierno estatal; el manejador de prensa del entonces director de Recursos Humanos — quien metía las manos en ese proceso— trató de evitar la crítica a su jefe, primero con quien hacía la crítica y después en el medio de comunicación donde, finalmente, logró la censura.

 

Cambiamos de medio y proseguimos la crítica. En uno de los escritos denunciamos el trabajo sucio de dicho manejador. Éste nos buscó para pedir algo sorpresivo: “Si quieres pegarle a mi jefe, hazlo, pero no me pegues a mí”.

 

Generalmente los tratos grandes lo hace el titular de la presidencia municipal o dependencia, y quedan otros en manos del jefe de prensa. En ese tramo de control es donde maniobran.

 

Ya traen a sus marchantes

 

Como ya son viejos conocidos, traen a su nueva trinchera a sus marchantes, a quienes inscriben en su padrón sin distinguir si ofrecen algún tipo de buen periodismo. Con su camarilla local y sus relaciones con periodistas de la CdMx, venden la imagen de expertos.

 

Son auténticos bróker, intermediarios comerciales. Por lo demás, sus jefes los dejan hacer, bajo valores entendidos de que esa parte de la administración es coto de quien durante la campaña le sirvió en esa área, o es de su equipo o amigo.

 

Dos casos: Servín y Santiago

 

Dos casos sirven de ejemplo, mismos que se juntaron en el Ayuntamiento 2014-2016 de Oaxaca. Saúl González Servín, ex director de comunicación en el antiguo Instituto Estatal Electoral (IEE) cuando José Luis Echeverría fue Consejero presidente (aquél a quien se le escuchó cobrar a URO “el pendientito”).

 

Camarilla sólida, las credenciales del improvisado comunicador eran no sólo su manejo arbitrario de los recursos destinados a medios, sino incluso haber embestido a una familia, percance en que murieron dos jóvenes hermanos y la madre quedó con secuelas de por vida (mayo 2008).

 

Durante la campaña de Javier Villacaña por la presidencia, Servín fue separado del cargo de jefe de prensa, su desprestigio afectaba. Pero al ganar Villacaña lo hizo director de Comunicación Social del Ayuntamiento. Servín incorporó ahí a su clientela. Poco después se sumó con sigilo a esa área de dicho Ayuntamiento un siniestro personaje, Roberto Santiago.

 

Entre más manchados, ¿mejor?

 

Roberto Santiago llegó ahí después de dirigir prensa del IEEPO, donde también desplegó la vieja dinámica, y de donde fue despedido después de que durante un año sus subordinados le tomaron las oficinas y luego de destruir una camioneta de la institución. Arribó a “reforzar” al Ayuntamiento de Javier Villacaña, el peor edil de Oaxaca de los últimos tiempos. Santiago nunca dio la cara, todo el tiempo estuvo atrás, en unas oficinas cuasi clandestinas por el norte de la Ciudad, y donde continúa.

 

Es tarea de los encargados de prensa cuidar la imagen de la institución y de sus jefes, se entiende, el problema es cuando hacen de esa posición su patrimonio y privilegian sus intereses por sobre la institución.