El enemigo de mi enemigo…

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En algunos detalles la política no debería ser tan cruda y pragmática como la guerra, donde los combatientes toman de aliados a todo aquél que les pueda ayudar a derrotar al enemigo, sin reparar en quiénes sean ni sus motivaciones. La consigna en esos casos es “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”.

Con la muerte de las ideologías, las herramientas de la guerra se han trasladado de manera más radical a la política, las de ataque, las que se despliegan en el campo de batalla: estrategia, táctica. Pero de acuerdo a los teóricos del arte de la guerra, ésta misma debe contemplar sus repercusiones políticas: “Algunas personas parecen creer que la acciones militares tienen que estar basadas exclusivamente en razones puramente militares, sin tener en cuenta sus repercusiones políticas. Pero pensar y actuar así no hace sino poner en peligro el área de la política”, dijo el mariscal alemán Montgomery.

Si en la guerra las decisiones recomendables son aquellas que contemplen la política, ¿qué decir de las decisiones políticas? Estas últimas debieran contemplar mucho más este imperativo a futuro, pero no parece ser así en los tiempos recientes.

Oaxaca es tierra de desatinos, de enormes errores, desde el cristalazo a “la parabrisas” de Murat que de un momento a otro desnudó sin ambages la índole violenta y atrabiliaria del entonces gobernador, hasta el intento de desalojo de junio de 2006. Pero si el primero exhibió a un trasnochado parrandero que tenía por antro de vicio todo el estado de Oaxaca, el segundo lo superó infinitamente.

Al principio se decía que la decisión del 14 de junio fue tomada de manera precipitada y al calor del enojo, lo cual es absolutamente censurable de un gobierno. Pero es peor lo que ahora poco a poco trasciende al calor de la derrota y las frustraciones: que ese absurdo golpe al magisterio fue minuciosamente planeado.

Mandar a 700 policías sin capacitación ni equipo antimotines contra 10 mil profes no podría ser considerado siquiera para iniciar un plan, pues hasta los comandantes de las policías municipales saben que para someter a un rebelde se necesitan tres o cuatro elementos. Acá fue al revés, había más de 10 profesores por cada policía. Trasciende que ese absurdo golpe fue planeado por lo menos con una semana de anticipación. Si la improvisación sería condenable en este caso, la premeditación es inconcebible. El entonces secretario general de gobierno, Jorge Franco Vargas, y otros funcionarios habrían persuadido al gobernador de las bondades del plan de tal manera que lo hizo suyo. El daño aún es incalculable para Oaxaca.

Lo que ahora está claro es que desde entonces la suerte del grupo político que aún gobierna estaba echada. Desde ahí perdieron estas elecciones. Ello lo ratifica el grito de los opositores la noche del 4 de julio: “Ya cayó”, o la acción de un elector quien al salir de las urnas mostró sonriente su credencial diciendo: “Se acabó el tirano”.

Y no sólo cuatro partidos se aliaron en un frente común, lo que, a pesar de las inconsecuencias de sus dirigencias, excepto la de Convergencia, también grupos políticos regionales, COCEI, FALP, así como grupos de poder y gente de ex gobernadores. Todos encontraron buena recepción al grito de “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”.

Finalmente se vio que no fueron esos grupos sino le gente que salió a votar quien dio el triunfo a la oposición, ahora sí que el pueblo otorgó el triunfo y no podemos decir aún que fue el pueblo quien ganó. Ya se verá.

Mueve a hilaridad lo que ahora pasa con José Murat en el PRI y cómo se niega a dejar ese partido que combatió en Oaxaca. No tuvo empacho en dejarse ver con su gente planeando, en conocidos restaurantes y bares. Acaso no es de los suyos Luis Enrique Gómez, Juan Díaz, Froylán Cruz Toledo, Aurora López Acevedo, etcétera. El mismo 4 de julio el ex gobernador desayunó con su grupo en un restaurante frente al ADO, donde vitoreaban al adversario de su partido.

Hace 12 años, cuando Diódoro Carrasco estaba por dejar de sucesor a José Antonio Estefan Garfias, la amenaza de Murat de emular a Ricardo Monreal con irse al PRD para obtener igual que aquél el gobierno del estado, entre otras “virtudes” de Murat, le sirvió para que el presidente Ernesto Zedillo lo hiciera candidato del PRI. Tenía un pie ya en el PRD, a eso había venido Porfirio Muñoz Ledo en la famosa reunión que tuvieron en El Asador Vasco. Pero Murat ha de decir “Me voy cuando yo quiera, no cuando ustedes digan”, como le decía a los pocos funcionarios que querían renunciar a su gobierno: “Te vas cuando yo te diga, no cuando tú quieras”.

Finalmente quizá le harían un favor a Murat pues ya ni el PRI estatal ni el nacional le hacen caso, en el PRD tiene excelente amigos como el mero presidente Jesús Ortega, a quien tan bien atendió cuando fue gobernador. O quizá quiera acogerse al PAN.

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