.- Violencia criminal indígena, predominante en Oaxaca

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Cuauhtémoc Blas

 

La violencia es lo predominante en el estado de Oaxaca. La de mayor preocupación es la que se da en y entre los pueblos indígenas, donde las centenarias guerras entre hermanos de etnia no solo no cesan, sino que se incrementan. El saldo reciente de muertos en Amoltepec y en Atepec, son prueba insoslayable de esa violencia extrema.

 

Aunque en algunas comunidades indígenas puede notarse la presencia de la delincuencia organizada, predominan ahí las violencias por el poder, por los recursos naturales (agua), por los dineros públicos y por viejas rencillas por tierras o deudas de sangre. Un novelista oaxaqueño, Daniel Aragón, narra como en su San Juan Neblina, “Solo por ir pensando en alguna cosa y no saludar, te hacías de algún enemigo, eso se hacía una cuenta pendiente para las generaciones venideras sin saber siquiera por qué tenían que vengarse”.

 

Lo anterior consigna una realidad, solo es un testimonio, hace falta investigar de dónde viene tanta violencia criminal de los pueblos indígenas oaxaqueños. Eso es lo importante, para detener el baño de sangre que no se detiene en esos lugares desde hace cientos de años. Eso es humanamente más urgente que alucinar con comunalismos y multiculturalismos trasnochados de nuestros investigadores burócratas gubernamentales, a quienes hemos llamado indigenistas-arribistas. Zygmunt Bauman y Giovanni Sartori, íconos intelectuales, de han dejado muy clara la falsedad de ambos conceptos, respectivamente. Tema de otra colaboración.

 

Diferente es la violencia que se da en las ciudades donde la delincuencia extiende su vieja impunidad, ante la incapacidad u omisión de la Fiscalía, el Poder Judicial y todas las policías federales, estatales y municipales. El sostenido creciente número de muertos y feminicidios en este inicio de sexenio, alude más a un invierno que a una primavera.

 

Ahora hay que agregar una nueva violencia innecesaria y fuera de lógica: la represión del actual gobierno de Oaxaca contra los grupos indígenas. Cargar contra las mujeres triquis y contra los justamente inconformes habitantes de Xiacui, con lujo de prepotencia, no solo es un abuso de poder, es de una alta estulticia. Para ir a un combate, lo saben los agresivos, hay que estar enojados o furiosos, ¿qué tanta furia se requiere para soltar hasta gas lacrimógeno contra la gente? Defender así a un “Comisionado” municipal, es excesivo.

 

El inicio de este gobierno parece una calca de los inicios del gobierno de Ulises Ruiz, con funcionarios francamente limitados, tomando decisiones sin planificación, viscerales, improvisados. Todo lo cual, en vez de fortalecerlos, los debilita ante sus adversarios. Estos, mucho más sagaces y organizados en las tinieblas pueden esperar el momento coyuntural de asestarles los mismos golpes de los que apenas y pudo sobrevivir Ulises Ruiz.