.- Ciudad de la anarquía

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Cuauhtémoc Blas

 

Los signos del presente cierre del ciclo sexenal del gobierno de Oaxaca, se notan ominosos. Un cierre difícil, con más pendientes que realidades, por lo cual forzosamente habrá de afrontar adversidades. Hasta el final persiste la inestabilidad del gabinete gubernamental, con cambios frecuentes de titulares de las dependencias, que naturalmente siempre daño a la administración pública.

 

Se agudizan los embates de grupos regionales insatisfechos, ya sea por exigencias legítimas o por las prebendas no cumplidas, o la combinación de ambas. Además de las presiones políticas o electorales propios de la temporada. Hay que hacer presencia, mostrar el músculo, avisar de la capacidad de movilización o de desestabilización.

 

Si un gobierno que hubiera hecho obra y tuviera resultados regulares tendría escenarios de protesta, cuantimás un gobierno que falló. Ajustar las cuentas es lo que queda. Aunque la experiencia nos dice que solo será información y condena pública, pues nunca se ha llamado a cuentas a quienes dejan el poder. Los nuevos en el gobierno se sujetan al viejo proceso de tapar a “chinto”, como se dice.

 

Sociedad despolitizada

 

No puede ser de otra manera en tanto una sociedad omisa, sin cultura política, no tiene la capacidad de exigir cuentas a sus gobernantes. Por más que quienes sean beneficiarios del voto mayoritario hoy hablen de un despertar ciudadano, igual que antes lo decían quienes tuvieron la mayoría, no hay tal. Seguimos con nuestro pensamiento mágico, elegir con la esperanza de que el nuevo sí nos arregle la vida. Todo queda en esperanzas.

 

En el próximo proceso de Revocación de Mandato podremos ver si la participación de los ciudadanos es copiosa, a pesar de las limitaciones en número de mesas electorales que el INE ha dispuesto. Esa sería una buena lección de ciudadanía, que empezara a echar para adelante le virtud democrática de la sociedad. Algo remoto.

 

Es en la capital del estado donde se reflejan estos conflictos, caja de resonancia de los desacuerdos e incumplimientos en las regiones. Así, la capital acentúa su calidad de Ciudad de la Anarquía, con grupos de presión regionales que arriban cada vez con mayor violencia. Lo vimos al iniciar la semana con oaxaqueños de municipios de la Unión de Ayuntamientos de la Sierra Sur (UASS), que asolaron la ciudad. Golpearon a personas, dañaron automóviles y oficinas públicas, incomunicaron con bloqueos de calles y carreteras. Todo con abierta impunidad, con lo cual el gobierno les dejó la invitación de que vuelvan a hacerlo cuantas veces quieran, pues no hay castigo.

 

Sigue la garantía de impunidad

 

El gobierno sabe que sin acabar con la impunidad no se podrán detener las agresiones y violencia, pero prefiere hacer leyes y minutas de trabajo con promesas que a la vuelta de los días tampoco se cumplen. Por eso, ante las agresiones contra los periodistas le resulta barato obsequiarle nuevas leyes, en vez de castigar con las ya existentes a quienes agreden a los comunicadores. Lo raro que parece que ese gremio no se percata.

 

Se fueron los violentos de la Sierra, y al día siguientes arribaron los del El Consejo Indígena Popular de Oaxaca CIPO, a seguir con las manifestaciones y el bloqueo de vialidades, a seguir haciendo víctima a la ciudadanía.

 

Feminismo radical

 

Destaca, también, la incursión de grupos de feministas radicales, violentas. Con violencia “menor”, dicen sus apologistas, protestan contra la violencia mayor de que son objeto. Cierto es que el feminicidio se incrementa ante la poca respuesta, de nuevo, de los gobiernos, contra quien deberían enfocarse las protestas, no contra el patrimonio de las ciudades.

 

Toda violencia daña, ya sea menor o mayor, y combatir a una con la otra, es insostenible. Pero cuentan con quienes hasta en manuales o protocolos de actuación, “normalizan” no ya la intolerancia sino la abierta discriminación de algunos grupos feministas que no quieren a periodistas varones cubriendo sus actividades. Normalizan si no el odio, por lo menos la exclusión. ¡Vaya!

 

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