Poder y contrapoder en Oaxaca Primera parte

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La definición más directa del periodismo es la de contrapoder, la del ejercicio que se contrapone al poder, en el entendido que todo poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Hasta ahora no ha existido un solo poderoso que no pueda y deba ser hasta acremente cuestionado en nuestro país. Nunca como ahora el oficio del político había caído tanto a los ojos de la sociedad, tienen un descrédito casi total.

El trabajo del periodista, entonces, es arduo, difícil, cuando quiere ejercer dentro de los objetivos genuinos del periodismo, que es crítica y objetividad, porque de otra forma, cuando se pliega a los dictados del poder, de los que lo tienen y de los que lo buscan, no es más que propaganda y proselitismo, sea del partido que sea. No por nada el periodista es otro de los que salen mal en las encuestas, además de los políticos, los abogados y la policía.

¿Pero a qué se contrapone el periodismo, o debería contraponerse? Al poder, ¿pero qué es el poder en términos mundanos?

Diversos escritores se han adentrado a tratar de definir un concepto tan amplio y difícil como es el poder. Elías Canetti destaca entre muchos por su claridad y sencillez al definir al poder como el que se ejerce hasta los límites en que lo permita el no poderoso. Si te dejas reducir a lo mínimo, te reduzco a lo mínimo, parafraseando a ese autor, pero si sólo me dejas ejercer el poder de forma mínima pues aunque sea así quiero ejercer el poder.

Lo fabuloso del pensamiento humano es que cada pensador aporta su verdad, siempre distinta y enriquecedora. Maurice Joly dice que el máximo poder es el poder político y que el periodista deberá contemplar este imponderable o soportar ser sometido de una u otra manera por aquél. Es decir, en esta documentada concepción es donde nos acomodaríamos como el cuarto poder, como comúnmente se dice, pues el primer poder, el político, se impone sutilmente o por la fuerza, primero le advierte a la prensa, luego la castiga y después la aniquila si no se pliega a los límites que establece el poderoso.

Otros autores sostienen que no, que los medios de comunicación son el primer poder porque a través de éste los poderosos políticos engañan, subyugan y ganan elecciones. Otros dicen que el poder es el mayor afrodisiaco, que el poder es el único placer de tiempo completo, pues el vino, la comida y el sexo son pasajeros, sólo el poder se posee en cada minuto del tiempo que se tenga el cargo. Chofer, camionetas, celulares, banquetes, secretarias; las mejores viandas y las mejores (físicamente) mujeres, todo gratis, es decir, a cuenta del erario, disfrutando la dicha inicua de gastar a manos llenas el dinero que no es propio.

En términos primitivos, que aún hoy podemos ver con nitidez en Oaxaca y sus regiones, es el ejercicio del poder del más fuerte, adueñándose de lo mejor de la tribu.

Quien esto escribe haría suya la definición de la comunicación como el primer poder, puesto que hasta en las viejas entelequias se dice que “en el principio fue el verbo”, y ciertamente, a través de la comunicación es como los poderosos seducen y dominan, la herramienta moderna es la mercadotecnia política.

De tal manera que predomina la idea que quien construye con muchos recursos una imagen en los medios, sobre todo en la televisión, sólo tiene que esperar el paso del tiempo para llegar al poder. Sucedió con Vicente Fox, y lo intenta ahora el poderoso grupo Atlacomulco con Enrique Peña Nieto. Una encuesta de GEA-ISA publicada por el nuevo diario La Razón de la ciudad de México señala que el actual gobernador del Estado de México barrería en las elecciones presidenciales si éstas fueran hoy, pues figura con un 41 por ciento, muy por arriba de su competidores Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard, Gómez Mont y Josefina Vásquez Mota que tiene 15 por ciento cada uno, según esta encuesta. Incluso esta nota publicada el 25 de noviembre puede inscribirse en la estrategia del aspirante mencionado, quien en cuatro años lleva gastado al menos 3 mil 500 millones de pesos en su promoción, según Jenaro Villamil en su libro sobre Peña Nieto, “Si yo fuera presidente”. Donde la euforia difundida por Televisa ha llegado a hacer exclamar a sus incondicionales en sus nada casuales coberturas que le proporciona esta cadena televisiva que lo apoya abiertamente junto con Carlos Salinas de Gortari: “Peña Nieto, bombón, te quiero en mi colchón”.

Los medios de comunicación, entonces, es evidente son de gran importancia en los procesos de consecución de poder, sobre todo los de mayor audiencia que es dónde se busca el grueso de la votación: la televisión y la radio.

Sin embargo, la prensa escrita es necesaria no sólo por su papel de comunicación, sino porque en ella es donde puede avanzarse en investigación, en profundidad sobre los grandes temas y problemas, además de su permanencia testimonial. Los otros medios mencionados son masivos, efectivos aunque fugaces, la televisión, incluso, desinformadora en sí misma al desplazar el entendimiento por la imagen, al privilegiar lo visible sobre lo inteligible, en términos de Sartori.

Es en la prensa escrita donde se analiza con mayor profundidad y amplitud, en ella se da la polémica, las discusiones y debates con argumentos más sólidos, de ahí que sea también la que marque derroteros y establezca la agenda que en no pocas veces desarrollan los otros medios. Se dice que los altos ejecutivos toman decisiones con los periódicos y revistas en sus escritorios, aunque se publiciten y seduzcan con la televisión.

Sin prensa libre, sin libertad de expresión no hay democracia, el llamado parlamento de los medios que ha sido eficiente en otros países, aún no alcanza esa eficiencia en el nuestro. Cuando las crisis políticas reducen, hacen pequeños a los partidos políticos, los periódicos han tomado el lugar de éstos, lo que se vio con claridad en la España posfranquista, para la instauración de la democracia en ese país.