Grandes periodistas que se fueron

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Algo de Manuel Buendía, Vicente Leñero y Rafael Bermúdez.

 

Cuauhtémoc Blas

 

Aún vivía en la ciudad de México cuando mataron a Manuel Buendía, el más grande periodista mexicano de los últimos tiempos, quizá sin discusión. Fue dura noticia perder al autor de la imprescindible columna Red Privada. Privadísima, pues nadie más ha logrado tener el pulso informativo de cualquier estado de la república y narrar sucesos de ellos cual si hubiera estado ahí.

 

Sin ribetes academicoides, sin imposturas, protagonista de la vida política y rumbera de México, ha sido el mejor. Sin Buendía el panorama periodístico de México empobreció. A cambio de elegancias seudo revolucionarias, él fue del todo periodista, ni quiso ser diputado, ni candidato a gobernador.

 

El 30 de mayo de 1984 cayó asesinado el autor de esa inevitable columna publicada por el diario Excélsior, ya sin el famoso Julio Scherer como director. El Scherer que en 1968 fue omiso a favor del Estado mexicano ante la masacre a estudiantes y que después se reinventó, por fortuna.

 

Más de 60 periódicos del interior del país reproducían la columna Red Privada. De lo poco que pudo salir entonces en los medios se decía que su asesinato pudo ser por orden de la CIA, de quien el periodista revelara su injerencia en México; o por orden del presidente de la república de entonces, Miguel de la Madrid, de quien sabía de sus depósitos millonarios en bancos de Estados Unidos; o por su trabajo informativo sobre la simbiosis políticos-narcotráfico.

 

Con ese tema Vicente Leñero, otro entrañable, escribió poco después su obra de teatro Nadie sabe nada. En 1988 cuando se estrenó en la ciudad de México acudimos a verla. Thriller que trata de la actividad periodística y de Buendía, su asesinato y repercusión entre sus colegas.

 

Un mensaje inolvidable y formativo, asestado por Leñero en su obra, fue cuando en la redacción de un diario un par de periodistas discuten sobre sus reacciones ante la censura del gobierno sobre el magnicidio. Uno de los “tundemáquinas” (no había aún computadoras) comentaba al otro sobre las ganancias de obedecer al gobierno al guardar silencio sobre ese asesinato. El otro le respondió más o menos así al negarse: vendemos algunas cosas, pero hay cosas que no se venden, y ésta (la de Buendía) es una de las que no se venden.

 

Hablo de periodistas que se han ido, de sus enseñanzas, porque sólo los grandes pueden de verdad enseñar. Otros acaso podrán presumir y sorprender a incautos. Queda la magnífica humildad de Manuel Buendía quien siempre sostuvo que el periodismo era literatura efímera y se negaba a hacer antologías de sus columnas, hasta que llegó de Uruguay nuestro Maestro Don Carlos Quijano Pernecco y le pidió una selección de sus escritos para publicarlo en un libro. Buendía accedió al decir que él no podía desobedecer a Don Carlos. Gracias a ello nos queda ese magnífico ejemplar histórico, con su temática esencial: la CIA, la ultraderecha, el narco, la corrupción del gobierno.

 

Hace pocos días se fue el periodista oaxaqueño Rafael Emilio Bermúdez Santiago, director hasta el final de sus días del semanario La Hora. Personaje hijo de su tiempo, periodista hasta su muerte, no funcionario-periodista con cargo a la nómina por décadas como otros y otras muy festejados y festejadas. Protagonista de una época de la vida política y periodística de Oaxaca con su legendario semanario Hora Cero. Vinculado a un proyecto político que se veía esperanzador para Oaxaca con el priista de “izquierda” Heladio Ramírez López —que devino en auténtico retroceso que persiste—, nunca dejó de ser Rafael Bermúdez un estupendo compañero.

 

Como dueño del semanario La Hora, que tuvo después de Hora Cero, abrió fuentes de trabajo y dio la mayor libertad a sus periodistas. Contrató a quien esto escribe como subdirector de ese medio durante poco más de un año, donde casi aprendimos rápidamente a editar, a dar órdenes de trabajo, a ir tras el reportero. En esos pequeños cubículos de la esquina de García Vigil y Matamoros sostuvimos esa interesante aventura.

 

Sabía moverse Rafael Bermúdez en los corredores del poder, pues antes como director regional de la Agencia de Noticias Notimex nos incorporó junto con Manuel Matus y otros a la plantilla de articulistas que desde Oaxaca escribíamos lo más críticamente posible para esa agencia, lo que reproducían periódicos de la ciudad de México y de estados de la república. A su salida llegó al cargo Ernesto Reyes quien de inmediato nos despidió a todos sin mediar palabra alguna. Años después, cuando iniciábamos la revista En Marcha (que este diciembre cumplió 17 años), supe el porqué de aquel despido al escuchar su consejo: “Nunca contrates a alguien que sea más inteligente que tú porque te come el mandado”.

 

Rafael Bermúdez nos dejaba hacer, su sangre de periodista nato comulgaba con los más jóvenes de entonces, comprendía, alentaba, defendía y sobre todo pagaba. “Quiero más de esas anécdotas”, pedía. Y pagaba por ellas 50 pesos cuando los diarios pagaban por artículo si acaso 10 pesos. Eran los inicios de la década de los 90. Supo poner un buen nombre a su amena columna crítica, irónica: Solo de violín. La que trabajó por años y años. Movido, sonriente, afable, camarada, así lo recordaremos.

 

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